Juan José Millas y una novela que es un diario… o al revés

Juan José Millas y una novela que es un diario… o al revés
Sábado 29 de junio de 2019

Las visitas a la psicoanalista, el taller de escri­tura, los paseos por una ciudad que no deja de ponerlo ante situaciones sorpresivas, la familia, los amigos, la novela que no logra concluir… Todo es normal, todo parece sin trascendencia hasta que, al volver una esquina de la realidad, aparece lo extraordi­nario, lo surrealista. Y nos deslumbra.

Es el tema y también es la estructura de La vida a ratos, la nueva novela de Juan José Millás. Precisamente compuesta de “ratos”, dispuestos en un diario divertido y surrealista de un neurótico brillante.

Una novela disfrazada de diario, un diario disfrazado de novela. En La vida a ratos el lector es tan protagonista como el narrador, porque descubre en secreto un relato que, en la ficción, no ha sido creado para ser conocido por alguien más que el que lo escribe.

Disfruta uno de los ratos de La vida a ratos


Semana 31 

«Martes. He dado un largo paseo y he vuelto a casa sin aliento. He encendido un cigarrillo cuya nicotina ha puesto en marcha algo dentro de mi cabeza, y entonces se me ha aparecido la palabra año con hache: haño. Desde hace unos días se me aparecen continuamente palabras que no llevan hache con ella. Y claro, no es lo mismo decir «el año pasado» que «el haño pasado ». Duele más con hache. ¿Por qué entonces se me aparece? No lo sé, está más allá de mi comprensión y de mi voluntad. Me preparo un gin-tonic al que añado unas bayas de enebro que vienen de regalo con la tónica si compras un pack de cuatro. Las bolas negras, que casualmente se colocan en fila, imi­tando unos puntos suspensivos, añaden al com­binado un matiz diabólico, como si fueran las se­millas del diablo, quizá lo sean. Tras dar el primer sorbo, recuesto la cabeza en el respaldo del sofá y me quedo observando la pared de enfrente, de donde enseguida sale un fantasma traslúcido que viene de la habitación de al lado. Sé que no debo tenerle miedo porque es una alucinación (como la hache de haño), una alucinación que no me do­lerá a menos que devenga en una halucinación. En efecto, no me duele. El fantasma atraviesa el tabique del salón en dirección a la cocina. Es la segunda vez que lo veo.» +