Lo que nos gusta nos está matando: Lidia Blánquez
Jueves 29 de mayo de 2019
Lidia Blánquez lanzó La transformadora dieta de la abuela que, más allá de su familiar título, es todo un mensaje para la humanidad. Habla de preservar la semilla primordial que nos hace humanos, para que la luz de esa semilla oriente nuestro camino hacia la salud y la salvación como especie.
Lidia Blánquez es una persona multidisciplinaria, con muchos enfoques. Las recetas son una especie de motivo, el pretexto para empezar a traer también otros asuntos, algunos valores, el cuidado de la tierra, la sustentabilidad y todas esas cosas.
Lidia dice que para ella este libro “es un medio para darle voz a una humanidad, que realmente se está pervirtiendo tanto, a tantos niveles… donde muchos niños nacen de manera artificial, donde estamos sobrecargados de toxicidad. Para mí es una reivindicación de lo que fuimos, de lo que nos trajo hasta aquí y a dónde hemos llegado, y que debemos volver sobre nuestros pasos andados.
”Estamos muy egóicos con nuestra imagen, nuestra figura, nuestros medios particulares —continúa Blánquez—. Muchas especies se han extinguido y debilitado. A la humana le está pasando también. También llamo un poco la atención sobre que todas las semillas de los vegetales de todas partes del mundo, se guardan en el Polo Norte. La única que no se guarda es la semilla humana, y todos nosotros somos responsables de ella. Para preservarla hay que manifestarla en todo su esplendor. Es interesante todo lo que hemos progresado, pero nos ha demacrado como especie generar tantos residuos dentro, fuera, alrededor de la tierra, en el mar, en todo, dentro de los organismos vivos de todos nosotros, eso lleva a un aumento de cáncer brutal, a niños que están naciendo cada vez más con problemas. Todo eso es la imagen de una sociedad decadente, que no cuida la semilla humana”.
En el título, la parte que se refiere a “la abuela” es representativo del pasado de la humanidad, es decir, que cosas hemos estado olvidando que podríamos estar haciendo como antes, porque ya han cambiado nuestros hábitos, según lo entiende Lidia: “Yo siempre digo no comamos nada que nos den de fuera, cada uno tiene que preservar la semilla de lo que tiene en su país de origen. Por ejemplo, si voy a México, lo que me apetece es tomar el maíz, que es original de México, donde los mexicanos son los guardianes del maíz, y preservarlo es su responsabilidad para luego proyectarlo al mundo y compartirlo. ¿Por qué México tiene que comer harina blanca si tenéis de forma original el maíz, y es delicioso y no da problemas intestinales? ¿Por qué México tiene que comprar bebidas endulzadas con edulcorantes? Que llegasteis a tener el índice más alto en diabetes, incluso de niños, cuando es increíble las frutas que tiene México, para mi es maravilloso y eso os llevaría a la salud y a ser un país poderoso, que cuida de sus gentes y que preserva y fomenta lo que ya tiene, sin necesidad de comprar y fomentar a países que tenéis bastante cerca, que a aparentemente son más punteros y que no lo necesitáis tanto.
Para Blánquez, es posible revertir los efectos negativos de la era industrial mediante esta vuelta a lo orgánico, “al fomentar cada uno lo de su localidad. Eso no quiere decir que si de pronto me llegan unas fajitas de México, yo no pueda disfrutarlas. Todos pertenecemos al mundo más que a un país, eso es cierto, pero cada uno tiene que fomentar lo que tiene, preservarlo y no venderse.
”La especie no es más fuerte por la evolución, al contrario —continúa Blánquez—. Tenemos antibióticos, pero ahora resulta que ya desarrollamos una creciente resistencia a los antibióticos, esto es un problema de estados, a nivel mundial. Se habla incluso de revivir plagas. La globalización nos ha llevado a exportar y disponer de alimentos de cualquier origen en cualquier otro lugar del mundo. El problema es cuando miras a los humanos y cada vez hay más cáncer. Está pasando porque hay una degeneración en el cuerpo humano, el cuerpo puede luchar contra casi todo, pero tenemos tantos tóxicos, con la cantidad de basura espacial que ya hemos generado”.
En el libro de Blánquez se dejan ver tres aspectos importantes: lo netamente orgánico, el intestino y el cerebro como órganos reguladores, y los sentimientos. “La mente —explica— evoluciona como una máquina. Es absolutamente reprogramable. Crea el reflejo de su realidad fuera y desarrolla programas de existencia, pero las emociones están comúnmente en la tripa, ahí es donde nos asemejamos bastante a los animales. En la tripa va la rabia, la ira, la supervivencia, la emoción de la tristeza, de la angustia, de la ansiedad y eso conecta directamente con nuestro cerebro, con lo cual, todas esas emociones que recibes por la tripa va directamente a la mente, que intenta darles forma, llenarlas, anestesiarlas, pero le cuesta en el fondo comprenderlas. Para mí el salto cuántico de la humanidad es cuando trascendemos todas las emociones y nos abrimos al mundo de una manera generosa y respetuosa con una comprensión mayor de nosotros mismos, por encima del propio animal.
”Hemos ignorado al corazón y nos hemos ido directo a la mente. En los intestinos, si cultivamos esas emociones, tenemos una vibración muy baja, por lo cual atraemos a los parásitos, a las bacterias, a los hongos, no hacemos buenas digestiones. Sabemos que los parásitos están ahí, porque están haciendo su digestión de lo que tú no digieres. Si tienes hongos en los intestinos quiere decir que tomas demasiada azúcar y se está haciendo la digestión a la fermentación del mismo. Los microorganismos nos pueden generar malos sentimientos también porque son algo que viene de fuera y que no nos dejan estar con nuestro sistema nervioso tranquilo, puesto que los intestinos son absolutamente neuronales e instintivos.
Al leer el libro de Lidia Blánquez surge una inquietud sobre las posibilidades de tomar las medidas de nutrición que propone y que son relativamente viables para una persona de clase media. Sin embargo el mercado más grande y fuerte nos tiene sumergidos en una baja posibilidad de hacer estos ajustes. Se publica, se comercializa mucha basura a bajos costos y esto ha generado daño. Pero los menos privilegiados no lo tienen tan fácil. Lidia comprende el asunto: “Hago la analogía de una paciente mía que es azafata de vuelo y cuando la gente se pone nerviosa en el vuelo, lo que hacen es dar de comer a los pasajeros, para tranquilizarlos y anestesiar ese animal interior. A las masas se les seda, se les rellena de harinas que apelmazan los intestinos y los destroza, para callarlos. Cuando se seda a la gente, se les quita el valor. Comemos mucho con la mente, nos hemos olvidado de comer con la presencia de lo que realmente necesitamos —no de lo que nos gusta—, y normalmente nos morimos de aquello que nos gusta, no de lo que nos disgusta.
”La gente busca llenar esos carros de snacks. Si me voy contigo al supermercado y te da por comprar snacks y comida basura, te aseguro que puedo comprar también comida saludable, no tengo que comer tanto, porque si como con un alto valor nutritivo me va a ser suficiente para calmar mi ansiedad. Lo otro es retroalimentar la ansiedad, porque no tiene valor nutritivo. El cerebro está esperando minerales, vitaminas, aminoácidos, azucares óptimos y lo único que le das es basura, con lo cual estás en una constante inquietud y ansiedad: nunca es suficiente con lo que comes, quieres más y más, porque el cerebro no se da cuenta que no somos un saco roto, somos algo muchísimo más grande y más elevado a nivel consciente. Y así, a las masas se les apelmaza para callarlos y para que no manifiesten todo lo que son los humanos. +