
Museos
Jean Cocteau dijo alguna vez que el Museo de Louvre era una morgue a la que se iba a reconocer a los amigos. Pablo Picasso se refería a los museos como lugares convertidos en cosas insignificantes y ridículas. El escritor D. H. Lawrence decía que eran lecciones manipuladas para ilustrar las teorías equivocadas de los arqueólogos, y Lewis H. Lapham, editor durante varios años de la revista Harper’s Magazine, decía que nunca podía pasar por el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York sin pensar en él no como una galería de retratos vivos, sino como un cementerio de la riqueza deducible de impuestos. Como puede verse, los museos no gozan de mucha popularidad o respeto… entre los propios creadores, como Damien Hirst, quien dice que son para artistas muertos.
Quienes han dado clases alguna vez y sugirieron a su grupo una posible visita a un museo, se habrán encontrado con una silbatina desaprobatoria o un violento motín. Las razones para semejante rechazo son variadas: caminar entre piezas que no dicen demasiado puede resultar aburrido cuando la sensibilidad para apreciar el arte se halla enterrada debajo de una gruesa capa de indiferencia, desconocimiento y desprecio; o porque se cree que el museo es un espacio solemne en el que no se puede tocar nada y al que sólo cierto tipo de personas pueden asistir. Sin embargo, los museos, lo queramos o no, son parte de nosotros: ¿no es el álbum fotográfico una galería por la que desfilan, además de nuestros recuerdos, distintas épocas, modas y gustos? ¿No poseemos pertenencias, sean valiosas o no, que exhibimos dentro de vitrinas?
¿Un museo puede transformarse en palabras? Creemos que sí, por eso, en este nuevo número, nuestros columnistas (Bernardo Fernández, Bef; Karen Chacek, Antonio Malpica y Raquel Castro) han construido sus propios recintos donde exhiben sus posesiones más preciadas (autores, libros y quién sabe qué más) a la vista de todo público. La ventaja de este museo es que no hay que hacer filas como las que se hacen para ver las obras de Leonardo o Miguel Ángel, ni tampoco hay que acampar para asegurarse un lugar en la exposición. Este museo es portátil, flexible y está abierto todo el día y toda la noche. Y todo se puede tocar.
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Mascultura 01-oct-15