El espíritu del hombre

Las buenas personas”, de Nir Baram, no es otra novela más sobre la Segunda Guerra Mundial o el Holocausto, por el contrario, es una obra que desafía las historias ambientadas en estos acontecimientos, pues no trata directamente de uno de los actos más terribles de la humanidad sino que propone una lectura diferente ya no de los buenos o malos en la historia, sino de aquellos que no han sido necesariamente señalados como responsables de la crueldad que trajo esta guerra.

Esta novela se compone de dos historias que suceden en un inicio en Berlín y Leningrado en 1938. La de Thomas Heiselberg y la de Aleksandra (Sacha). Ambos personajes son ambiciosos, Thomas es un judío germano americano que realiza investigaciones de mercado para empresas y que hará lo que sea para ser el mejor en esto. Podría tildársele fácilmente de oportunista, puesto que no desaprovecha las situaciones para hacerse de una buena situación laboral y económica, pero en realidad se trata de un personaje que intenta adecuarse a la situación económica que se ve modificada por la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, Sacha, también judía, es una joven que pierde a su familia luego de delatarlos como integrantes del grupo de Leningrado, al que pertenecen escritores y activistas que escriben en contra del régimen, particularmente la poeta Nadezhda, quien es además amante del padre de Sacha.

Nir Baram da sentido al título de su obra a través de Thomas y Sacha. ¿Quiénes son las buenas personas?, ¿qué es el bien y el mal? La ambición de Thomas lo lleva a ser uno de los empleados más importantes de la compañía Milton, filial en Alemania de una empresa norteamericana. Thomas obtendrá el lugar que busca en Milton, después de exponer su estudio sobre la condición del hombre alemán, éxito que se ve mermado no mucho tiempo después por la guerra. Cuando Milton abandona Alemania, Thomas encuentra la posibilidad de establecerse en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en donde servirá a los nazis con sus modelos sobre el hombre polaco y sus costumbres, acciones que desencadenarán en la muerte de millones de personas.

Mientras tanto, Sacha, quien pierde a su familia luego de colaborar con los estalinistas, consigue un puesto como editora jefa del NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) en Leningrado. Un puesto enteramente ideado por Nir Baram que resulta increíblemente interesante, aterrador y lúdico, por los espacios vacíos que un editor es capaz de llenar, incluso en situaciones tan terribles como las que plantea la novela. Sacha, así, edita las confesiones de los detenidos, para que estos sean liberados o enviados al Gulag. De la misma manera que Thomas, las acciones de Sacha también estarán en esa frontera entre el bien y el mal, pues sirve a los intereses de otros, aunque antepone los suyos de ascender y ser alguien en un mundo donde la identidad es llevada cada vez más a los extremos.

“Las buenas personas”, logra finalmente lo que Nir Baram se propone, no contar otra historia más sobre el Holocausto o la Segunda Guerra Mundial, no victimizar a los judíos y satanizar a los alemanes, sino hablar de esos breves espacios, que son más comunes de lo que pensamos, en los que el bien y el mal se relativizan de acuerdo a la perspectiva de quien vive una guerra. “La guerra es un asunto muy extraño –dijo Thomas–, en un sitio lo destruye todo, y a dos pasos de allí no hay ni rastro de ella.” Por esta razón las personas, buenas o malas, tienen que adaptarse y es en ese proceso donde los límites se vuelven imprecisos.

El reconocimiento de Nir Baram como escritor es indudable en su prosa, baste leer unas páginas para darse cuenta de que esta novela no es otra novela del montón y de que la vigencia que tendrá no dependerá, precisamente, de su carácter histórico, sino de la posibilidad que tiene de leerse como símbolo de otras guerras y de otros personajes que buscan sobrevivir en un suelo que se puebla por millones de muertos.

“Las buenas personas”, de Nir Baram (Alfaguara, 2014).

Por Perla Holguín Pérez

Mascultura 19-Jun-14