Sabemos que odias las historias de tribunales, especialmente porque tu madre las ama, pero… LA CONFESIÓN de John Grisham

Admítelo: juraste que nunca leerías a John Grisham. Puedo incluso imaginar la escena: esa noche pusiste tu mano sobre El Canon Occidental y prometiste que nada te haría leer La firma, El informe Pelícano o la saga de Theodore Boone: joven abogado. Aunque, bueno, conviene recordar que también juraste nunca estalkear a tu ex novia.

Creo que hemos satanizado a este chico y lo hemos hecho sólo porque su nombre aparece con la misma tipografía gigante en cada una de sus novelas. Tu aversión es comprensible: los nombres que parecen marcas registradas te dan desconfianza. Pero hagamos un trato: no juzgues al libro por su cubierta ni a Grisham por su aspecto de hombre exitoso, del tipo de señor que no tendría problemas en darte las llaves del auto porque te ha confundido con el valet parking. Vayamos mejor a las evidencias: La confesión, su más reciente novela publicada en español, por ejemplo.

Sabemos que odias las historias de tribunales, especialmente porque tu madre las ama, pero considera el siguiente argumento: Un joven negro –Donté Drumm– es sentenciado a la pena de muerte, acusado de violar y estrangular a Nicole Yarber, una animadora blanca. La policía nunca encuentra el cadáver, pero –apoyados en un testimonio telefónico– asegura que Drumm se deshizo del cuerpo tirándolo al Red River desde un puente. El juicio presenta no pocas irregularidades, pero un jurado blanco condena a Drumm a la inyección letal y, a pesar de los esfuerzos a lo largo de 9 años del abogado Robbie Flak, la pena de muerte se impone.

¿Un jurado blanco que condena injustamente a un negro por –entre otros delitos– la violación de una chica blanca? ¿Dónde habíamos leído eso antes? Revisamos de nuevo la cubierta. No, no viene la firma de Harper Lee.

Lo interesante en todo caso, es que lejos de ahí, en Kansas: a 600 kilómetros de la cárcel, un ex presidiario de nombre Travis Dale Boyette va a visitar al reverendo luterano Keith Schoeder para hacerle una confesión: Drumm no tiene nada que ver con el crimen. ¿Por qué está tan seguro? Por la sencilla razón de que él fue el responsable de violar y asesinar a la chica. Tras ser diagnosticado de un tumor cerebral, Boyette quiere salvar de algún modo a Drumm. El problema es que debe hacerlo muy aprisa porque sólo faltan 4 días para que la sentencia de muerte se lleve a cabo.

“Quizás podamos impedir la ejecución”, propone el reverendo.
Casi escuchamos una voz que le responde: “Olvídalo, Jake. Es el Barrio Chino”, pero lo que auténticamente contesta Boyette es:
“Ah, ¿sí? ¿En Texas? Un poco difícil”.

Todo huele a podrido en Texas respecto al caso Drumm: el fiscal Paul Koffee ha sido capaz de falsear las evidencias, el policía Drew Kerber ha obtenido una confesión del acusado a través de procedimientos ilegales, el testigo Joey Gamble mintió en su declaración y hasta el gobernador Gill Newton vive demasiado ocupado en su carrera política como para hacer algo por un inocente. Da la impresión –por la descomposición moral con la que describe a sus personajes– que Grisham tiene algo contra la pena capital y en particular, contra el sistema texano de justicia, obsesionado en resolverlo todo con métodos intravenosos.

De vuelta al hilo principal de la novela, el pastor localiza por teléfono al abogado Robbie Flak, a quien las apelaciones a última hora lo han vuelto un tanto escéptico. En cinco minutos le cuenta los pormenores de la historia: el preso anónimo, la enfermedad incurable, el supuesto paradero del cadáver. “Ese hombre no tiene ninguna credibilidad”, dice Flak respecto a Boyette. El reverendo asegura que quizás no tenga credibilidad pero, en cambio, sí tiene un anillo de graduación con las iniciales de Nicole Yarber. ¿Eso mejoraría la situación? El abogado acepta que sí. ¿Y dónde está Boyette?, pregunta. “Pues… ahora mismo no sé dónde está”, reconoce el reverendo. Genial, gracias y no vuelva usted a llamarme.

Así las cosas, es bastante claro que la única solución para el pastor luterano y el preso arrepentido –una vez que aparezca– es viajar a Texas en tiempo récord, acudir a la correccional y llevar la evidencia concluyente que pueda salvar a Donté.

La pregunta es: ¿podrán lograrlo?

Por: Eduardo Huchín

La confesión de John Grisham en Gandhi.

Imagen: Portada del libro La confesión de John Grisham.
Mascultura 20-Feb-12