José Saramago: "singularísima narración" en EL HOMBRE QUE PLANTABA ÁRBOLES de Jean Giono

Por su brevedad y sencillez, esta novela corta o cuento de cierta extensión (escoja el lector el género que mejor le parezca) bien podría ser vista como literatura para niños. No lo digo como un reproche: el libro me parece meritorio, pese a que juzgo exageradas las palabras con las que don José Saramago nos introduce a él: “singularísima narración”, “indiscutible proeza en el arte de contar”.

El hombre que plantaba árboles, de Jean Giono, no es tan singular ni tampoco parece una hazaña narrativa. Da la impresión, más bien, de que cualquier habría podido contarnos su historia, sin necesidad de malicia literaria ni gran conocimiento de la tradición. Probablemente su fuerza resida en ello, en lo modesto y diáfano de sus propósitos, que consigue, sin duda.

Un narrador en primera persona inicia contándonos un viaje que hizo cuarenta años atrás por  una región desértica y llana de Italia. Ahí conoce a un hombre callado y solitario, dedicado en cuerpo y alma a plantar árboles, sin esperar ninguna recompensa por su tarea. Varias veces, a lo largo de décadas, vuelve el narrador con su nuevo amigo, quien no cambia nunca de labor; por el contrario, busca librarse de otras ocupaciones menos gratas para no hacer nada distinto que plantar árboles. Ni siquiera las dos guerras mundiales trastornan su modo de vida. Al final, obtiene su recompensa: el nacimiento de un bosque enorme, que modifica para siempre aquella región antes yerma.

Al principio y al final del relato, el narrador nos hace saber su opinión sobre aquel hombre: generoso, admirable, excepcional, inolvidable. Pese a que se opta por decir al lector lo que él habría adivinado fácilmente por su cuenta, no hay énfasis ni dramatismo en el juicio, de modo que este no resulta un estorbo. No hay complejidad en la historia ni en la configuración de su protagonista, que es de un solo modo de principio a fin. Aunque apenas mencionada, la guerra, con su absurda violencia, se opone en la novela al callado y noble oficio del plantador.

Todo en El hombre que plantaba árboles es básico, claro, libre de ambigüedades y sofisticaciones. La estructura es lineal; el estilo, simple. Estas características formales son muy adecuadas respecto del contenido, que no es otra cosa que un canto al rostro benigno del ser humano, un canto tan bello como cándido. No viene mal un poco de esperanza y candidez bien contadas de vez en cuando, sobre todo en tiempos revueltos como los nuestros.

Javier Munguía
http://www.javiermunguia.blogspot.com/

El hombre que plantaba árboles de Jean Giono en Gandhi

Imagen 1: El escritor Jean Giono, foto extraída de http://www.myspace.com/jeangiono/
Imagen 2: Portada del libro El hombre que plantaba árboles
Mascultura 26/Ago/11