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Emblemas de la resistencia

En raras ocasiones un año ha sido tan convulso como lo fue 1968. Parte del orbe occidental puso en duda y combatió los valores hasta ese momento impuestos por el orden establecido, incluso a punta de bala. El interés por el pensamiento crítico creció tanto como la necesidad de alzar la voz. El mundo no tardó en ser analizado y representado desde otras perspectivas y enfoques. Salió del encierro y del marasmo para vivir su pasión juvenil y enfrentarse a los dislates burocráticos a los que estaba sometido. Las turas (escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, la música, el cine), diría Cortázar, salieron de la hipnosis. Movimientos socioculturales abrazaron sin más la causa antiimperialista y anticapitalista. Y el lenguaje, con su fascinante magia, dio consistencia a una época de iniciación y colectividad que no debemos olvidar, un momento que modificó la imposición reinante de los grupos de poder.

Cuando París estornuda, Europa se resfría |

13 de mayo, 1968. La policía desaparece de París. Miles de estudiantes y obreros franceses ocupan las calles. Francia se paraliza. Huelga general. La protesta estudiantil de la Facultad de Humanidades de Nanterre, reprimida por el gobierno de De Gaulle en marzo de ese mismo año, fue el inicio de la lucha contra el autoritarismo y la desigualdad social, laboral, económica, y de la exigencia por la libertad de expresión política, sexual, artística y del reino de la imaginación.

Decir esto es una perogrullada, pero es cierto: el espíritu insurgente de las barricadas, los mítines y las manifestaciones logró debilitar a De Gaulle (quien a la postre abandonó la presidencia) y convertirse en un referente de las movilizaciones juveniles que se suscitaron en Europa y en América: cuando París estornuda, Europa se resfría. Jean Paul Sartre, alentador de la protesta, en conversación con Dany el Rojo, uno de los líderes del movimiento, dijo: “Hay algo que ha surgido de ustedes que asom- bra, que trastorna, que reniega de todo lo que ha hecho de nuestra sociedad lo que ella es. Se trata de lo que yo llamaría la expansión del campo de lo posible. No renuncien a eso”. Escritores e intelectuales americanos que residían en suelo parisino, como Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Alfredo Bryce Echenique, analizaron y describieron el suceso.

Este último, en su Guía triste de París (Alfaguara), afirma que “en esa revolución, el Partido Comunista sí sacó algunos acuerdos salariales, llamados de Grenelle, y después dejó a los estudiantes solos. La gritería era inmensa. Tanto, que al final los estudiantes no tomaron la Bolsa de París sino el teatro Odeón, para seguir desahogándose a gritos de una Francia aburrida”.

La noche que duró seis días |

21 de agosto, 1968. El ejército ruso invade las calles de Praga. Su misión: reinstaurar el régimen comunista soviético que había sido sustituido durante ocho meses por el denominado “socialismo de rostro humano”, in- troducido por Alexander Dubcek, que permitía –entre otras maravillas– la libertad de expresión, la música, el amor, la poesía y las prácticas democráticas en Checoslovaquia: la Primavera de Praga. Nadie sospechó que aquella noche tanques y aviones de la URSS y de sus aliados del Pacto de Varsovia (polacos, húngaros, alemanes y búlgaros) ocuparían la ciudad y todo el territorio checoslovaco.

Ante el desconcierto, la sociedad civil intentó lo imposible: dialogar con la milicia. Una vez que se conoció el motivo de la ocupación, se organizó pacíficamente para resistir durante seis días la presencia militar.
Mediante consignas (un elefante no puede aplastar una aguja), grafitis (Iván, vuelve a casa, Natacha quiere hacer el amor), mensajes radiales que cada hora reproducían el decálogo de la no cooperación con los invasores (no sé, no conozco, no diré, no tengo, no sé hacer, no daré, no puedo, no iré, no enseñaré, no haré), además de la lectura de fragmentos de la novela satírica y antimilitarista Las aventuras del buen soldado Švejk (Galaxia Gutenberg), de Jaroslav Hašek, y una que otra recomendación (está prohibido dar de comer o de beber a los animales), la sociedad fue capaz de desmotivar al ejército invasor, pero no de expulsarlo. Los fusiles de asalto pudieron más y los dirigentes checoslovacos cedieron a la presión soviética. La resistencia se desmoronó. “Después de la invasión rusa todos habían sido expulsados de sus trabajos y se habían convertido en limpiadores de ventanas, guardianes de aparcamientos, porteros de noche, encargados de la calefacción de los edificios públicos y, en el mejor de los casos, casi por recomendación, en taxistas”, afirma un personaje de la novela La insoportable levedad del ser (Tusquets), de Milán Kundera.

No se olvida |

2 de octubre, 1968. Matanza de Tlatelolco. Miles de estudiantes se manifiestan en la Plaza de las Tres Culturas. Exigen un diálogo público con el gobierno de Díaz Ordaz y el cumplimiento de los seis puntos del pliego petitorio. A pesar de la presencia militar en calles aledañas, todo transcurre de manera pacífica. Un
helicóptero comienza a sobrevolar la zona. Se observan luces de bengala. Se escuchan disparos. Comienza el ataque a la multitud indefensa. Militares asesinan a estudiantes a mansalva, los reprimen, los desnudan, se los llevan presos.

En la plaza yacen muertos y más muertos que se convirtieron en memoria colectiva. El cinismo gubernamental pone en marcha su maquinaria mitómana: “En México no hay presos políticos, sino delincuentes”, aquí no pasó nada; “eran guerrilleros, no estudiantes”, aquí no pasó nada; “querían boicotear la olimpiada”, aquí no pasó nada.

En el inventario del caos anímico: encarcelados, desaparecidos, violados, muertos; indignación, desconcierto, compromiso, espíritu comunitario; abuso de poder, represión, impunidad. Después fueron días de guardar. Luego de la masacre todo cambió y la resistencia al autoritarismo quedó arraigada en los jóvenes. Dice un personaje de “Palinuro en la escalera o el arte de la comedia”, obra inserta en Palinuro de México (FCE), de Fernando del Paso: “La-muerte-edecán: ¡Y los hilos de sangre, señores y señoras, los conducirán a La Morgue, al Hospital Rubén Leñero y al Hospital General, al Hospital de la Mujer y al Hospital de la SCOP, a las Delegaciones y al Campo Militar Número Uno…! A la derecha, la Cámara de Diputados… a la izquierda, la Preparatoria de San Ildefonso… al frente, la Plaza de las Tres Culturas… atrás, el ejército… abajo, la fosa común.

MÉXICO 1968, señores, la franja azul, los conducirá a la alberca olímpica… la franja de plata… (sale, arrastrando su carreta. Lluvia de flashes)”.

Este texto fue escrito por Rodolfo Villagómez Peñaloza y publicado originalmente en el número 113 de Revista Lee+. Pueden leerlo en su versión digital dando clic aquí o en su versión física, disponible en todas las Librerías Gandhi del país.