De-Mente: "Y ahora me adentro al fuego"
¿Y tu frontera?
Hemos creado espacios delimitados de nuestra existencia, etiquetas para todo, para nuestra sexualidad, pensamientos, deseos y gustos. La tecnología nos monitorea; cada movimiento que hacemos significa el beneficio económico de alguien que sabe qué queremos comer o comprar y la forma de nuestros deseos. Hay personas que están en paz con esas bardas, con esas líneas en el suelo que las guían cómodamente de una temporada de ropa a otra, de una serie de acción a otra. No quiero juzgar a nadie; pretendo hablar de ese punto de quiebre que te lleva a conectarte con tu potencial.
Jon Krakauer lo describe en el libro Hacia rutas salvajes (Zeta Bolsillo), que nos adentra en la historia de un idealista de veintidós años, quien al graduarse de la universidad decide regalar sus ahorros, quemar sus documentos de identidad, para apartarse de la sociedad, pues pensaba que la vida que le aguardaba era un camino falso. Vivir así era más aterrador que pedir aventón desde Dakota hasta Alaska, la última frontera. Al leer el libro no sabía nada de su vida. Pensé que, seguramente, había tenido que superar grandes pruebas para llegar a cruzar con tanta claridad hacia lo desconocido, abastecido de ideales de autores como Tolstoi: “I wanted movement and not calm course of existence. I wanted excitement and danger and the chance to sacrifice myself for my love. I felt in myself a superabundance of energy which found no outlet in our quiet life”. Tolstói, Family Happiness (pasaje subrayado en uno de los libros hallados en el camión donde encontraron su cuerpo).
Carine McCandless, una de sus tres hermanas, escribió en 2014 el libro The Wild Truth, donde relata la verdad de la familia y los abusos de su padre hacia su madre. Carine expresa que el exilio de su hermano fue lo más sano que pudo haber hecho después de la vida que tuvieron de niños. Chris hizo con mucha valentía un camino muy diferente al ir al centro de lo desconocido, regresar al origen y encontrar de qué está hecha la felicidad. Aunque no estuvo en contacto con su familia en los últimos años de su vida, en su diario escribió que la extrañaba: “La felicidad sólo es real cuando es compartida”. Con poca comida y varios libros (entre ellos La Biblia, La muerte de Ivan Illich, Moby Dick, Guerra y paz, White Fang, Dr. Zhivago y The Call of the Wild, de Jack London), Christopher o Alexander Supertramp (así se autonombró) salió a buscarse a sí mismo para hacer lo que él llamaba una revolución espiritual; para matar al ser falso creado dentro de uno mismo. Tuvo el coraje para cortar todas las cadenas que lo identificaban como un individuo de la sociedad; estaba tan comprometido con desafiar la noción convencional del éxito que dio hasta su vida para comprobarlo.
Vive antes de morir
Chris decía que la naturaleza era imponente pero no te mentía, y que la gran inspiración viene de la verdad. Su viaje ha inspirado a miles de personas que cada año realizan un peregrinaje al camión donde vivió por ciento trece días. Uno de esos visitantes fue Sean Penn, quien hizo una película sobre su vida —con soundtrack de Eddie Vedder—, lo que convirtió a Chris en un ícono.
Cuando no hay nada más que quemar sólo queda prenderte fuego
Un día me di cuenta de que tenía que quemar lo que hice, mi campo de vida lleno de malas hierbas, de basura, de distractores, de sustitutos de felicidad. Un fuego lleno de asertividad y pasión; aunque uno esté en el punto más bajo, la pasión por la vida es lo que logra llevarnos a un lugar diferente para sembrar. Llevo diez años en ese proceso, y entre más limpio la maleza más agradezco tenerla que quitar, porque la vida se pone cada vez mejor. Mirar el contraste de lo que no queremos nos lleva como imán a lo que sí, y nos hace caminar y explorar nuevos espacios. He tenido la suerte de hacer varios viajes inspirados en libros, el último, por Chris; su sueño, ahora mío, me llevó a la montaña más alta de Estados Unidos: Denali. Fui en agosto, días antes de su aniversario luctuoso. Estuve a unos kilómetros de su tumba, el sitio donde sucumbió a la hambruna debido a la crecida del río. Sin mapa, se vio imposibilitado para abandonar el ahora famoso camión Fairbanks 142.
Tomé una avioneta y mis ojos no dejaban de mojarse. Lo que había leído antes difícilmente pintó imágenes como las que pude constatar. La energía de esta zona es indescriptible. Pude estar cerca de un glaciar donde las temperaturas alcanzan los cincuenta grados bajo cero, igual que en el espacio exterior. Los animales que viven en la región son los más fuertes que pueden existir —como el muskox, superviviente de la Edad del hielo—, así como la gente que logra vivir aquí soportando ocho meses de frío y oscuridad. Muchos de ellos vienen a buscar redención en Alaska. Diario pensaba cómo podían soportar un clima así, viviendo en un lugar apartado y al mismo tiempo tan vivo. Aquí coexiste una comunidad muy particular, en condiciones y emociones extremas, a diario enfrentan la vida y la muerte. Las personas que viven en Alaska son supervivientes y muy pocos han nacido allí; de las quince personas con las que hablé, sólo dos habían nacido en Alaska, eran menores de veinticinco años y ambos de padres mexicanos.
Sólo con ganas de vivir se llega a esta tierra virgen, con pocas carreteras, con un clima salvaje amenazado por el cambio climático, que está provocando el derretimiento de los glaciares y de la nieve que antes cubría las montañas. Ese clima les recuerda todos los días que si no eres feliz allí, no lo serás en ningún lugar. Cuando en la noche comenzó a mostrarse la aurora boreal, considerado como uno de los fenómenos naturales más bellos del mundo, comprendí que cada parte de nuestro viaje está hecho a la medida de nuestra misión en la vida. Lo mejor es salirse del camino trazado por otros. En ese caminar aparentemente sin planes aflorará lo más bello de uno. Sólo hay que sentir, aislarnos para sentir, para borrar la lluvia monzónica de logos y jingles que nos ahogan, hasta callarlos y darnos cuenta de que son irrelevantes. Aceptar nuestro regalo más grande: la libertad de pensamiento y de movimiento. Tomar el esplendor de un cambio y hacerlo realidad, todo inicia con uno, alineados a nuestro corazón.
Por Yara Sánchez de la Barquera
MasCultura 05-sep-16