El pecho ensangrentado de Bruce Lee. OPERACIÓN DRAGÓN edición especial
Esta reflexión ante una de las películas más famosas de Bruce Lee -el artista marcial más famoso y sin duda el que mejor explotó su lado cinematográfico dejando que la industria del entretenimiento lo explotara a él- llega desde lo más profundo de mi emoción cinéfila. Es producto de la memoria más lejana que guarda mi propia imagen de niño desayunando sándwich y jugo de naranja depositados por mi madre en la lonchera, quien poco después me dejaría en un cine gigantesco, para tener un poco de espacio y tiempo, mientras ese desayuno se extinguía viendo dos películas en una matiné.
Así conocí a Bruce Lee, con los ojos del niño, los ojos que todo lo creen y que todo admiran. En esa oscuridad gigantesca y acompañado de otros niños, vi esa fantasiosa historia del agente encubierto que entra a un torneo de artes marciales, en el que perder significa morir y que se sospecha sirve de tapadera a un monumental negocio de tráfico de opio. Por supuesto mi mente no entendió nada de lo que ocurría excepto que ese chino gritón era un buenazo para el kung-fu, que me caía muy bien y que seguramente era el que debía salvarse de todo lo malo que pudiera ocurrirle.
Fue por ello que la destreza de Lee con los puños y las piernas, la cámara casi voladora que recoge las coreografías de los combatientes a veces a vista de pájaro, otras omitiendo detalles que habrían resultado perturbadores (la muerte de O’Hara por ejemplo), esas atmósferas hostiles a pesar de los paisajes exóticos en que se desarrolla esta aventura, las frases estilo western, la cámara lenta en los golpes definitivos de Bruce, los chacos supersónicos que seguro en su momento se pusieron de moda, el diseño de audio que hacía sonar los puñetazos como si fuera el choque de dos rocas gigantescas y hacía zumbar el aire con la velocidad de brazos y piernas de los combatientes, el pecho de Bruce Lee ensangrentado en el último combate (imagen icónica del cine de artes marciales), todo ello quedó grabado en mi mente como si se tratara de un enorme sueño, emocionante y gráficamente muy divertido.
Pero no, no se trató de un sueño. Al poder revisar la película años después se comprueba que todo lo enlistado es parte de una gran cinta de acción y aventuras, una extraña pero afortunada mezcla de James Bond (el humor y los trucos de la faceta espía del personaje de Lee remiten directamente al 007) con coreografías de pelea perfectamente ejecutadas. Es a la vez emocionante, muy entretenida e incluso ahora, a 39 años de su estreno, fresca y por supuesto mejor filmada de muchas otras que presumen pertenecer al género. En pocas palabras, todo un clásico a pesar de que mucha gente en la “crítica seria” (cualquier cosa que ello signifique), siga desdeñándola al tacharla de fácil y exagerada.
El cine de acción tiene que exagerar. Así, cuando esas exageraciones (creíbles aunque poco realistas) se topen con los ojos de un niño, los ojos que todo lo creen, acabarán construyendo héroes. Nadie puede negar que Bruce Lee es precisamente eso, un héroe con el pecho ensangrentado.
Por: Erick Estrada www.cinegarage.com
Operación Dragón de Bruce Lee en Gandhi.
Imagen: Bruce Lee, Fotograma de la película Operación Dragón.
Mascultura 29-Mar-12