Las FLORES OSCURAS de Sergio Ramírez

Enorme es nuestra miseria y más que suficientes los testimonios al respecto. Ahí están, para los incrédulos, los “Humillados y ofendidos” retratados por Dostoievski o las novelas perturbadoras de Antonia Mora (“Del oficio”) y Carlos Montenegro (“Hombres sin mujer”). Con demasiada frecuencia la literatura ha recogido las esquirlas que la fortuna ha dejado tras de sí, indiferente a las súplicas de quien la persigue, y cantado la brutalidad con la que la propia vida castiga a los suyos, a los que, sin deberla ni temerla, se convierten en guiñapos del destino. Traspasando el infierno de las tragedias particulares, internándose en el corazón de las tinieblas para dar cuenta del sufrimiento y el absurdo que lo acompaña, la literatura nos define como víctimas o victimarios, prisioneros o verdugos, en todo caso animales salvajes luchando por un poco de aire en este loco mundo de porquería. Y quizá, después de dar cuenta de esa lucha sin cuartel, logra también modificarnos la perspectiva y maniatar los tentáculos de la desgracia aunque sea por un instante. Buceando en el reino de las caras largas, consigue lo que la biología sola no puede: volvernos sensibles ante la desgracia ajena y asimilar, acaso con mayor templanza, la propia.

En el nuevo libro de relatos de Sergio RamírezFlores oscuras”, se respira una atmósfera similar, sin que ello implique someterse del todo a sus designios o agotarse en los márgenes que hipotéticamente pudiera imponerle. Abarcando diversos registros narrativos que van del cuento fantástico a la nota roja o del cuaderno de apuntes a la crónica periodística, Ramírez recurre al infortunio para sacudir la cotidianidad de sus personajes y desacomodar los cimientos de sus vidas grises, estables pero invisibles. En efecto, en “Flores oscuras” la desdicha es un fantasma ineludible que ronda en silencio, siempre sigiloso, siempre astuto, presto al ataque. Concluidos entre 2007 y 2012, los relatos consiguen hacerle sentir al lector que toda desgracia, así sea mínima, no es más que la consecución lógica de un periodo de calma aparente.

Así, pues, en “Adán y Eva” Ramírez recrea la conversación sostenida por un juez a punto de corromperse con su Conciencia (una guapa mujer de 50 años) que ya comienza a envejecer, a encaminarse hacia la muerte. En “La puerta falsa” nos cuenta el triste final de Amado Gavilán, un boxeador mexicano cumplidor pero negado para los triunfos, verdadero obrero del cuadrilátero a pesar de su record perdedor, disciplinado y responsable, preliminarista en la pelea de despedida de Julio César Chávez, ese sí un grande, frente a Iván Robinson. En “Las alas de la gloria” nos narra con lujo de detalles el lamentable deceso de José Trinidad Aranda Calero, un panadero con un pasado guerrillero, asesinado con su propia bayoneta por un adolescente, tras una absurda discusión de cantina. En “El autobús amarillo” nos relata la historia de un joven a punto de ser padre engullido por el mar, cuyo cadáver jamás será hallado. En “Ángela, el petimetre y el diablo” nos dibuja la desgraciada historia de una solterona de 40 años sometida a la vigilancia permanente de su padres con el afán de convertirla en su enfermera perpetua, hasta que, asediada por un novio sicalíptico, da su mal paso, procreando así un hijo esquizofrénico. En “Abbott y Costello” nos cuenta la siniestra muerte de Natividad Canda Mairena, un inmigrante nicaragüense en Costa Rica, luego de ser atacado por dos rottweiler, mientras varias personas, entre ellas el dueño de los perros y un puñado de policías, contemplan impasibles la desgarradora escena. Cabe, pues, señalar que tanto Gavilán como Trinidad como el joven engullido por el mar como el hijo de Ángela como Natividad se encuentran siempre del lado de la fatalidad, del lado del dolor que canta.

Finalmente, en el cuento que da título al libro, “Flores oscuras”, Ramírez nos describe el interior de la Pinacoteca de Brera, en Milán, donde tiene lugar una extraña conversación entre el narrador y un hombre misterioso y obsesionado con la figura de Judas, con las leyendas que lo circundan y con sus distintas representaciones en la pintura italiana del Renacimiento. Haciendo gala de una notable erudición, el oscuro personaje concluye la charla con una extraña conjetura: la traición, alrededor de la cual gira toda la pasión, fue algo planeado por el propio Jesús, que con ello demostró que su discípulo favorito era Judas y no Juan, pues a éste le encargó a su madre y a aquél su muerte, convirtiéndolo en “un ser errante y sin tiempo ni edad, que anda por los museos del mundo con el fardo de la culpa a cuestas, viendo cómo ha sido pintado para aliviar el tedio de sus días, porque no hay cosa más tediosa que la eternidad”.

De esta manera, desesperanza, soledad, culpa y dolor confluyen en este nuevo libro de Sergio Ramírez, un narrador consumado que hoy nos ofrece una lectura no apta para los amantes de la autoayuda o el optimismo.

Sergio Ramírez: "Flores oscuras". México, Alfaguara, 2013, 226 pp.

Por: Lobsang Castañeda

Imagen: Portada del libro "Flores Oscuras", de Sergio Ramírez.
Mascultura 17-Jul-13