Columna Niños a ¡leer! “Oriente”
En Occidente pareciera que nos hemos habituado a los contrastes, seguido hacemos inventario del mundo y lo repartimos todo en dos casillas: lo justo y lo injusto, lo subversivo y lo políticamente correcto, lo didáctico y lo tóxico. Pensar de forma exclusiva en categorías limita nuestro espectro; así también, avanzar con la vista fija en la meta nos impide apreciar la riqueza de la travesía. La línea que marca el final podrá ser el blanco de la atención mediática, pero es el camino el que ofrece los nutrientes para el espíritu de quien participa en la carrera. De esto y mucho más nos habla El camino más largo, la historia de un joven aprendiz chino que, luego de pasar una larga temporada en el bosque meditando, creyó haber encontrado respuestas a las grandes interrogantes sobre la existencia. Convencido de haberse convertido en sabio corrió a ver a su maestro. El largo camino ofrecía paisajes ricos y un sinfín de venturas, pero él no quería “distraerse” ni “retrasar” el arribo a su destino. El maestro lo recibió en casa, lo escuchó sonriente, le respondió con una de esas preguntas sencillas de responder que las personas formulamos con frecuencia. La pregunta, que más bien era una extensa respuesta sintetizada, mandó al aprendiz de regreso al bosque. Una chulada de libro, habitado por elementos simbólicos y personajes zoomorfos dibujados por alguien que ha aprendido a observar los detalles del camino.
Quizá otro mal de Occidente sea que nos hemos acostumbrado a ver nada más lo que se supone que hay, lo que indican los carteles, lo que ofrece la publicidad de un viaje, la reseña de un libro, la crítica de un espectáculo, los letreros en el parque de diversiones. Nos contentamos con creer que un zoológico, por ejemplo, es sólo un espacio artificial creado por el hombre para mantener, cuidar, criar y exhibir especies diversas de animales, el cual puede ser visitado por el público en horarios convenientes. ¿Y eso es realmente todo lo que hay y es? En El zoológico, la niña del relato nos regala una perspectiva distinta, ella y sus padres tienen una versión muy diferente de lo que sucede durante su visita al zoológico. Lleno de colores vivos, inteligencia y humor, un libro que a cualquier pequeño lector lo hará sentirse en casa. Y otra razón para entender por qué a su autora, la coreana Suzy Lee, la conocen en las librerías de casi todo el mundo.
“Las cosas son como son, ni le des vueltas”, o eso nos repetimos con terquedad en Occidente a modo de sentencia, una idea disfrazada de sensatez que sólo nos limita a la hora de concebir posibilidades. La autora vietnamita de Un problema de pelos se permite el lujo de preguntarse: ¿qué tan grave sería renunciar al peine y dejarse el cabello revuelto unos días, unas semanas, quizá unos meses? ¿Será que las personas exageran? Ni que en plena primavera fueran a llegar unos pajaritos a hacer su nido en la cabeza de alguien o que a esa persona le fuera a crecer de pronto un árbol en la coronilla, o ¿sí? El libro tiene el sabor de las fábulas antiguas y la ligereza de los cuentos infantiles que nos gusta volver a leer muchas veces. La portada es como una enorme estampilla 3D coleccionable, los colores de las ilustraciones son intensos y el formato del libro es tan grande que nos provoca la sensación de estar leyendo una pantalla táctil que simula un impreso de papel.
Muchas son las diferencias entre Occidente y Oriente, todas ellas oportunidades de encuentro si elegimos verlo así. Samir y Yonatan es un libro que lleva hasta sus últimas consecuencias esta posibilidad. En colaboración con un amigo puedes hacer estallar una partícula y dar vida a otro Universo, con otra Vía Láctea, viajar al otro Marte y reformar el planeta rojo a tu gusto: acondicionarlo con cuanto quieras en él y despojarlo de todo lo que te dañe o pueda lastimar a las personas que quieres. Parece un simple juego, sin embargo, los resultados de consumar la aventura son asombrosos: una vez que regresas al planeta Tierra original descubres que, gracias a que concebiste esa otra galaxia, ahora puedes sobrellevar mejor la adversidad, el miedo y el dolor. Incluso puedes compartir un momento de locura con alguien a quien consideraste alguna vez tu enemigo. “Todos en la Tierra estamos hechos de lo mismo”, ésa es la fórmula secreta con la que un niño palestino y un niño judío, Samir y Yonatan, hacen estallar una partícula mientras comparten la misma habitación en un hospital de Israel.
Por Karen Chacek @Malkatika
MasCultura 03-mar-17