Una radiografía de la cultura en México

La cultura, dice Gabriel Zaid, es artesanal. Surge y se desarrolla, no sin penurias, en los silenciosos estudios de los escritores, en los talleres de los artistas plásticos, en los laboratorios privados de los científicos no adscritos a empresa alguna y en otros muchos recintos ocultos, con acceso restringido, en donde priva la soledad que toda creación exige. Responde, como pocas otras cosas, a un impulso particular, a una necesidad interior, a una vocación que no puede ser desatendida por más que las circunstancias le sean adversas. El sostén último de las obras valiosas, complementa Zaid, “está en el sacrificio personal: en creer en lo que se cree, a pesar de las opiniones de los otros, a pesar de las consecuencias deprimentes que eso tiene en la práctica, a pesar de la familia, los mecenas, el mercado y el Estado. No es un buen augurio para la cultura que el sacrificio personal empiece a parecer inaceptable y hasta ridículo. Cuando se produce únicamente lo que tiene mercado o patrocinio, hace falta un milagro para que la cultura no termine siendo próspera y mediocre.”

La cultura, pues, necesita de amor, orgullo y perseverancia a prueba de balas; es, ante todo, un acto de resistencia. Pero también necesita de otras muchas cosas que le proporcionen un lugar central en la sociedad, que le otorguen un espacio sólido, propio, no secundario ni ancilar, en la vida pública. De esas otras muchas cosas habla “Dinero para la cultura”, una recopilación de artículos escritos a lo largo de 40 años y publicados en revistas y periódicos como Plural, Vuelta, Proceso, Contenido, Hoja por Hoja, Letras Libres, Metapolítica, Excélsior, Novedades, La Jornada, El Financiero, Reforma y El Universal.

Sinceros y precisos, sin palabras de más o de menos, frecuentemente anclados en estadísticas tomadas de investigaciones independientes, los artículos de Zaid no sólo no han perdido vigencia sino que nos ofrecen propuestas viables para resolver o atenuar algunos conflictos actuales relacionados con la producción y la difusión de la cultura en nuestro país. Con un conocimiento del tema verdaderamente apabullante, Zaid se mueve como pez en el agua por la economía y la historia para reafirmar una y otra vez el carácter liberal, ácrata y microestructural de la creación y, de paso, poner en tela de juicio las jerarquías burocráticas que desconfían de todas aquellas iniciativas que no se conducen por los cauces oficiales y que llevan al centralismo y la hegemonía.

Así, reflexionando con los pies en la tierra, discutiendo y analizando problemas específicos que inciden directamente en la vida cotidiana de los ciudadanos, lo sepan o no, Zaid se ocupa también de desentrañar los prejuicios más recurrentes de los propios hacedores de la cultura que muchas veces terminan moviéndose en una realidad paralela, alejada de lo concreto y repleta de lugares comunes: “Desgraciadamente, ni en los medios culturales abundan las ideas claras. Todo el mundo está de acuerdo en que «no hay política cultural», pero no en qué sería una buena política cultural. Se manejan criterios muy distintos, y por lo general no concretados en soluciones prácticas. Se considera imperdonable la falta de fomento, pero todo fomento es acusado de intereses oscuros.”

Verdadero catálogo de juicios razonados sobre la formación espiritual del individuo, Dinero para la cultura plantea una serie de preguntas cuyo desarrollo exige lucidez y sentido crítico, sobre todo porque inciden de manera directa en el nivel de vida de la población, más allá de las condiciones políticas dominantes. Antes de terminar me gustaría destacar algunas de ellas debido a su gravedad e inmediatez, sin que eso signifique, por supuesto, que sean las únicas interesantes o dignas de mención:

1. ¿Qué diferencias existen entre la cultura artesanal y la cultura asalariada? ¿Por qué históricamente el gigantismo —que responde a los intereses y prejuicios de la burocracia— termina siempre aprovechándose del trabajo del creador?

2. ¿Qué papel juegan los empresarios en la cultura? ¿Por qué la adquisición de capital curricular ha sido el objetivo principal de Universidades, Academias e Institutos? ¿Para qué sirven las instituciones culturales?

3. ¿Por qué se pisotea a la cultura como algo desdeñable frente a las contingencias económicas del momento? ¿Es verdad que la educación cuesta mucho y educa poco?

4. ¿Cómo se forma un lector? ¿Por qué Latinoamérica se ha convertido en el basurero editorial de los grandes consorcios españoles? ¿Qué es el dumping y de qué manera daña las dinámicas propias del comercio del libro?

5. ¿Qué diferencias existen entre publicar e imprimir textos? ¿Qué se tiene que hacer para disponer del catálogo histórico completo de los libros publicados por las instituciones educativas del país? ¿De qué manera se pueden aprovechar los libros de texto gratuitos sin que ello signifique estandarizar la educación?

6. ¿Por qué la libertad de expresión no tiene nada que ver con la libertad de bombardeo mediático?

Estas y otras muchas preguntas de gran trascendencia para la vida cultural de nuestro país encontrará el lector en Dinero para la cultura, de Gabriel Zaid —“el pensador crítico más importante de Hispanoamérica”, según el filósofo español Agapito Maestre—, una auténtica radiografía de la cultura en México, dictada por las urgencias de lo inmediato pero, ciertamente, sin cortapisas ni servilismos.

Gabriel Zaid: "Dinero para la cultura". México, Debate, 2013, 350 pp. 

Por: Lobsang Castañeda

Imagen: Portada del libro "Dinero para la cultura", de Gabriel Zaid.
Mascultura 23-Jul-13