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La pena máxima

Dicen que cuando hay futbol el mundo se detiene. La gente permanece pegada al televisor o a la radio siguiendo minuto a minuto el partido. Al unísono se escuchan los gritos de celebración o lamento. Un mundial de futbol trae lo mejor y lo peor de cada pueblo. Es 1978, Perú sigue atentamente el mundial de futbol de Argentina, es su oportunidad de ganar, lo saben; es un gran suceso y parecería que eso es lo único que importa. Sin embargo, al mismo tiempo se gesta una plan político, la Operación Cóndor, que consistió entre otras cosas en la detención y desaparición de subversivos al régimen militar en tiempos de la dictadura.

Este es el escenario en el que Santiago Roncagliolo da vida a su novela “La pena máxima”. No es una novela sobre futbol y sin embargo se desarrolla a la par del mundial del 78, incluso los capítulos se encuentran divididos en partidos jugados por Perú. No es incidental que la novela se desarrolle durante el mundial de futbol, pues éste sirve como un perfecto distractor para la violencia que el país está por vivir. De esta forma, la novela comienza con el asesinato de un hombre que es perseguido a plena luz del día, nadie se da cuenta de lo sucedido porque todos están atentos al partido.

En otro lado de la ciudad, Félix Chacaltana, personaje que apareció antes en “Abril rojo” (premio Alfaguara 2006), sufre dilemas personales. Se trata de un asistente del Poder Judicial, un hombre disciplinado que vive bajo las reglas del sistema judicial, así como de las de su madre. Chacaltana intenta sostener una relación sentimental con Cecilia, una chica que vende anuncios en el periódico, y que lo llevará a desafiar a su madre, una mujer conservadora y sobreprotectora que cela a su hijo a falta de un padre y esposo. La relación de Chacaltana con ambas mujeres se deteriorará a raíz de la desaparición y luego asesinato del único amigo que tiene, Joaquín Calvo.

Félix Chacaltana está tan absorto en sus problemas personales que no se da cuenta de lo que sucede afuera de los límites del archivo y de su vida familiar, no entiende nada de futbol y no le interesa, es el bicho raro de la oficina que no ve los partidos; pero tampoco tiene idea de que existen grupos denominados subversivos, de que están matando gente inocente en las calles y de que los gobiernos tienen montado todo un sistema de persecución.

Aunque Chacaltana pareciera un tipo soso, inepto para sostener una relación sentimental, y sin la madurez suficiente para dejar el seno materno, Roncagliolo nos presenta un personaje rico en su autodescubrimiento. La muerte de su amigo Joaquín, el profesor que suele visitar y consultar diligentemente el archivo, con el que juega partidas de ajedrez y platica de cosas cotidianas, lo expone a un mundo que hasta entonces le era desconocido. Sobre todo cuando el padre de su amigo le pide que vaya al departamento de Joaquín, pues para él sería muy doloroso estar ahí; Chacaltana, renuente a la solicitud, termina aceptando ante las palabras del viejo: “–Mi hijo ha muerto, Félix. Alguien tiene que ir, aunque nadie quiera.”

“La pena máxima” es una excelente novela en la que su protagonista se construye a sí mismo, pues a través de la investigación de la muerte de su amigo se enfrentará a sus ideales y llegará a cuestionar los valores y los parámetros del sistema en el que ha vivido. Roncagliolo profundiza en las relaciones entre sus personajes, pero siempre con el trasfondo histórico del mundial del 78 y los efectos trágicos de las dictaduras que hasta hoy día tratamos de reconstruir. Dicen que cuando hay futbol el mundo se detiene, pero no la violencia.

“La pena máxima”, Santiago Roncagliolo. México, Alfaguara, 2014, 382 pp.

Por Perla Holguín Pérez

Mascultura 21-Oct-14