El teatro y la perrada. #ColumnaVerteatral
“Todo el teatro es político”, insistía Adam Guevara, dramaturgo y director mexicano que se murió con los ideales intactos, y con una congruencia poco común entre los viejos. Y efectivamente todo el teatro es político; claro que el teatro puede ser políticamente activo o pasivo, igual que la ciudadanía. El teatro -como toda manifestación artística- es una consecuencia social, impregnada absolutamente por su contexto histórico.
La versión de Bertolt Brecht de “Coriolano” se presenta bajo la dirección de Alberto Villarreal dentro de “La Trilogía Coriolano”, el proyecto más reciente de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), tres puestas en escena distintas, de tres Coriolanos distintos. Complementan la trilogía la obra original de Shakespeare y la versión de Günter Grass, bajo la dirección de David Olguín y Martín Acosta, respectivamente.
La obra aborda la vida de Marcio, un noble que destaca entre los romanos por su acción heroica al someter "corioles" (habitantes del poblado de Corioli); gracias a su épica victoria es bautizado como "Coriolano". De vuelta a Roma, Coriolano encuentra un orden alterado en el que la paz le resulta mucho más incómoda que el combate. Los plebeyos han conseguido cada vez más poder entre los romanos y los intereses creados, ocultos en la tensión diplomática acaban por desquiciar al fiero Marcio, que finalmente pacta con su antiguo enemigo Aufidio, para unirse y destruir Roma.
Esta historia sanguinaria que aborda medularmente las estructuras de poder, la ambición, el egoísmo y el enfrentamiento entre los intereses populares y los objetivos de la cúpula gobernante, es alterada por Brecht para acentuar el poder del pueblo como protagonista de su propia historia. Pero Brecht, el máximo exponente del teatro político del siglo XX, también fue un hombre propio de su tiempo (aunque nos cueste creerlo). ¿Quién ocupaba el lugar de Coriolano en el momento en que Brecht escribió la obra? ¿Qué rol le correspondía al pueblo en ese particular contexto? Sin duda los actores sociales han cambiado. El fascismo, el capitalismo y el comunismo han engendrado una mermelada ideológica que pegostea la realidad del siglo XXI, pero que mantiene intactos los vicios y las ambiciones propias del imperio romano, que tanto nos gusta repetir y representar.
La interpretación que le da Villarreal al texto de Brecht es punzante porque es actual. El lugar más cómodo para el teatro político es atacar a un villano contra el que los actores y los espectadores coinciden. Es muy fácil, por ejemplo, hoy en día hacer teatro, películas, libros, camisetas e imanes para el refrigerador que denuncien los crímenes cometidos por la Alemania Nazi; lo complicado es, en su momento, haber tenido los tamaños necesarios para denunciar en escena a quienes podían cortar la cabeza de sus críticos. Hoy los teatreros mexicanos tenemos unos villanos muy facilotes. Qué divertido y cómodo es para nuestros artistas y nuestro público, evidenciar a nuestra derecha mojigata y doble-cara, a nuestro PRI tan folklórico y vicioso. ¿Cómo no va a ser fácil, si todos los que hacemos y vemos teatro sí hemos leído más de tres libros?
Pero Villarreal, astutamente, reserva buena parte del veneno de su daga para unos personajes que no se pueden atacar con mucha tranquilidad: el propio pueblo y su abnegada izquierda. Y es que la abrumadora mayoría de la comunidad teatral mexicana nos sentamos en el lado izquierdo de la butaca. Ya sea por pose o por convicción, los teatreros -como a la leche- al marxismo lo bebemos o lo derramamos. Muchos de nosotros votamos por Cárdenas, en su momento usamos camisetas de Zapata, votamos por AMLO y en estos últimos años nos sentimos como niños que acaban de entender que los Reyes Magos son los papás, con esta izquierda institucional recién desnudada en Guerrero, con la masacre de Iguala. En esto se ha convertido nuestra izquierda partidista, que alguna vez fue depositaria de nuestras más sinceras ilusiones. Por eso cala tan hondamente la crítica del “Coriolano II”, donde vemos desmitificarse al pueblo como posible redentor de sí mismo, y vislumbramos a un pueblo-rebaño violento y sanguinario, una “perrada” -como lo llama Marcio- conformada por individuos que felizmente acuchillarían a sus hermanos a cambio de un lugar en la mesa de la burguesía. No sé si les resulte familiar…
“Coriolano II” deja al espectador con más preguntas que respuestas, y esto me parece el enfoque más acertado para entender el teatro político verdaderamente útil, alejado del panfleto informativo.
Más allá de gustos, la experiencia es para el espectador intensa y difícilmente saldrá del teatro sin sentirse aludido por la ficción. La puesta en escena es limpia y atractiva, con un equipo actoral enérgico y desbocado. A mi parecer, resaltan las actuaciones de Enrique Arreola (Coriolano) y de Rodrigo Vázquez (Aufidio). Ojalá que a pesar del cause interrumpido de la temporada, haya acabado de afianzarse el montaje que cerca del estreno corría con algunos tropezones.
Se presentará un fin de semana en octubre y otro en noviembre. Después habrá que estar atentos a las redes sociales de la CNT para cazar alguna futura temporada. Vale la pena presenciar este trabajo y dialogar la indignación nuestra de cada día.
Por Fernando Bonilla (teatrero chilango).
Mascultura 22-Oct-14
"CORIOLANO II"
Dramaturgia: Bertolt Brecht
Dirección: Alberto Villarreal
Traducción: Otto Minera
Elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro
Horario: Jueves viernes y sábado 19:00 horas, domingo 18:00 horas. Del 23 al 26 de octubre y del 20 al 23 de noviembre.
Teatro Julio Jiménez Rueda (Avenida de la República 154, colonia Tabacalera, DF)
Entrada general $ 150. Descuento del 50% a estudiantes, maestros, INAPAM, Tarjetas maestros a la cultura y Sépalo. Jueves todos los boletos a $30. Adolescentes y adultos.