El musical (Carta editorial Revista Lee+ 142)

El musical (Carta editorial Revista Lee+ 142)

Desde el preciso instante en que el teatro y la música se unieron de una manera indisoluble, se inició una carrera en pos de lo fastuoso. Los viejos corrales en los que se presentaban las obras dejaron de ser suficientes para contener este maridaje. La ópera no puede existir sin grandilocuencia; la zarzuela sigue sus pasos, y los musicales compiten con gran éxito en el terreno de lo imponente. Lo que sucede en esos escenarios nos deslumbra y, a veces, nos pasma.

Sin embargo, la maravilla de estas producciones no se
reduce a su magnificencia o a la posibilidad de crear piezas que se transformaron en parte de la cultura popular —como sucedió con una de las canciones de El hombre de la Mancha, que se convirtió en uno de los tópicos de las bodas—; estas obras también son una de las grandes escuelas sentimentales de los seres humanos. Los escenarios nos enseñan las pasiones y los sentimientos; nos dicen cómo podríamos ser y cómo somos y, por supuesto, nos sitúan ante algunos de los problemas que nos obligan a repensar nuestra vida.

Esta escuela de los sentimientos no fue privativa del Romanticismo decimonónico; aún se hace presente y nos obliga a reflexionar sobre la guerra (como sucedió con Hair), la homosexualidad (el tema que marcó La hora de los niños), la compresión de lo religioso (como en Jesucristo superestrella) o el peso de la injusticia (conflicto principal en Los miserables). Así pues, los musicales son el espejo que nos refleja con precisión, y nos muestra cómo es —o cómo podría ser— el mundo y, justo por esta razón, era necesario que les dedicáramos este número de Lee+. Sólo algo tan fastuoso nos permite festejar algo muy importante y definitivo: estamos cumpliendo 12 años de vida y 142 números, algo que sin duda alguna merecería un musical. +

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