Los duelos del poeta con quevedos

Curiosamente, la idea del poeta o escritor como hombre solemne, cargado con la virtud de la justicia y la verdad persiste hasta nuestros días. A veces se pasa por alto que, antes de ser escritor o artista, es un ser humano que también goza y padece.

Francisco de Quevedo nació en Madrid, en el seno de una familia acomodada, el 14 de septiembre de 1580, tiempo en el que España estaba por atravesar tiempos convulsos en distintos aspectos de la vida. Sus padres, cercanos a la Corte, fallecieron cuando Quevedo aún era un niño.

Se cree que, mientras la Corte radicaba en Valladolid, Quevedo se vio obligado a abandonar sus estudios en Teología y huir en dirección a la nueva localidad de la Corte por la supuesta herida de muerte que le ocasionó a uno de sus compañeros. Tiempo después conoció al duque de Osuna en la congregación del Oratorio de la calle del Olivar, lo que le permitió escribir bajo su mecenazgo. Sin embargo, el ímpetu del poeta lo llevó a otra afrenta. El viernes santo de 1611 se vio obligado nuevamente a huir hacia la Torre de Juan Abad y permanecer ahí durante más de un año, pues en un duelo mató a un hombre que había abofeteado a una mujer dentro de la Iglesia de San Martín.

El trabajo de Quevedo con el duque de Osuna fue ascendiendo por importantes peldaños dentro de la política, situación que tensó demasiado las relaciones, pues cuando se creyó que Osuna quería proclamarse rey de Nápoles sus planes fueron echados abajo, provocando que la caída de ambos resultara demasiado abrupta. Osuna fue encarcelado, donde murió en 1624.

Su vida le dio para escribir también sobre asuntos políticos, aunque el 8 de septiembre de 1645, Francisco de Quevedo falleció. Hoy recordamos al poeta de los quevedos que defendió sus gozos y pesares sin importar las consecuencias.

 

Con información de: “Función de las jácaras de Francisco de Quevedo en el Siglo de Oro: ‘el mal menor’ y la administración de justicia” de María Antonia Martínez Castillo.

Mascultura 08-Sep-14