Invitación a “La fiesta de la insignificancia” de Milán Kundera: No falten.
Nuestra permanencia en la historia –o la vida– no depende únicamente del tiempo que habitemos con vida biológica, por más redundante que esto parezca. La existencia se traza más allá de los parámetros orgánicos; pueden ser, por ejemplo, históricos. En otras palabras, cuando nosotros fallezcamos, ¿cuánto tiempo más estaremos presentes? Será breve el lapso, mientras las personas que estuvieron junto a nosotros nos recuerden, hasta que dicho recuerdo se vaya liquidando con el tiempo.
Han pasado más de diez años –catorce en nuestro idioma– desde la publicación de la última novela de Milán Kundera. Este año, tras casi década y media de reflexión aislada, que no silencio, porque ha seguido publicando, por ejemplo, ensayo, el escritor nos comparte “La fiesta de la insignificancia” (Tusquets, 2014).
En la novela nos encontramos con cuatro amigos cuya historia es narrada desde fuera: Alain, Ramón, Charles y Calibán, más otro personaje que busca organizar su fiesta de cumpleaños, poco agradable, más bien Narciso, de nombre D’Ardelo. Este último, el mismo día que acaba de salir de una consulta médica donde le dieron la gratificante noticia de no padecer cáncer, se encuentra con Ramón, a quien le miente, tras una breve charla, y le espeta que, en efecto, le diagnosticaron cáncer.
“La fiesta de la insignificancia” reflexiona sobre diversos temas, entre ellos la trascendencia a lo largo de la historia y la insignificancia que ésta representa en los años recientes. Dice, en uno de sus capítulos: “Los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy, muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un solo recuerdo real, pasan a ser marionetas”. En el texto, tenemos una presentación estelar: Kundera invoca a Stalin, ¿lo recuerdan? Si lo han olvidado, no hay de qué preocuparse –o tal vez sí–, al fin y al cabo es, como dice Charles, un muerto viejo y para nuestros años, yo diría antiquísimo. Los nombres, las personas, así como sus actos se van diluyendo en el transcurso del proceso histórico. En efecto, son pocos los que permanecen y, aun así, su resonancia va degradándose generación tras generación, tal como se percata Calibán, al platicar con Madeleine, amiga de Alain, quien sabe de Stalin poco menos que el nombre.
“La fiesta de la insignificancia” es una novela que recuerda nuestra nimiedad, la sobrevaloración de las cosas y que nos introduce a la era de la posbroma, tiempo que viven los personajes, ya desencantados tras una vida nada grandiosa. ¿Una suerte de autorreflexión del autor? De cualquier forma, aunque Milán Kundera no haya recibido el Premio Nobel de Literatura este año, sabemos que no es necesario, porque su nombre, junto con su obra, es un legado que permanecerá con vida durante muchos años más. La primera página de la fiesta está abierta.
Milán Kundera. “La fiesta de la insignificancia”, México: Tusquets, 2014, 138 pp.
Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza @LordNoa
Mascultura 13-Oct-14