LA CASA DE LAS BELLAS DURMIENTES: una novela enigmática y perturbadora

Coinciden Yukio Mishima y Mario Vargas Llosa en asumir esta novela breve, una de las más conocidas del Premio Nobel japonés Yasunari Kawabata, como una obra oscura, cuyo significado es difícil de desentrañar. Tienen razón en cuanto a que con frecuencia los nexos entre los distintos pasajes que componen el libro son escurridizos; sin embargo, la idea central que parece animar esta ficción es de una gran sencillez y claridad: la de un viejo que, ante el agridulce espectáculo de una joven mujer desnuda, rememora su propia juventud, su lozanía y su vigor perdidos, y los añora.

El protagonista se llama Eguchi y tiene 67 años. Apenas inicia el libro, lo encontramos en un burdel muy singular: un lugar al que asisten ancianos decrépitos, muy próximos a la muerte, a dormir con jovencitas desnudas y vírgenes que han sido narcotizadas para que no despierten durante toda la noche. Al parecer, el dormir con estas muchachas hace felices a los seniles clientes, pues les devuelve un poco de ese brío ya ido.

El caso de Eguchi es distinto: su edad no es tan avanzada, además de que aún no ha renunciado del todo a su virilidad. En vez de disfrutar pasivamente de esa oportunidad de acercar su cuerpo a la calidez de una joven apetecible, Eguchi travesea por el cuerpo de la virgen en turno y rememora distintos pasajes de su vida, sobre todo los referidos a sus relaciones con mujeres, aunque también aparecen en su recuerdo episodios relacionados con su hija.

¿Qué es lo que une esas rememoraciones con las incursiones nocturnas de Eguchi? No está muy claro. En unas y otras gravitan, eso sí, el erotismo y la violencia. Entre unas y otras está tendido el puente de la nostalgia. Lo que no hay entre unas y otras es una relación de causa y efecto, de modo que el lector establezca relaciones de forma satisfactoria. Tampoco es el suspenso lo que anima a los lectores de esta novela a continuar. Es más bien el dolor de la senilidad ante el paso irreversible del tiempo y un misterio que no quedará resuelto: ¿qué es lo que ha descubierto Eguchi sobre su pasado, sobre su condición actual, al convertirse en un visitante de La casa de las bellas durmientes?

El libro no ofrece respuestas concluyentes. Deja, en cambio, un desasosiego pertinaz en el lector, a la manera de las ficciones de Murakami. Dato curioso: esta es, según García Márquez, la única novela japonesa que a él le habría gustado escribir. En 2004 le rindió homenaje con Memoria de mis putas tristes.

Javier Munguía
http://www.javiermunguia.blogspot.com/

La casa de las bellas durmientes de Yasunari Kawabata en Gandhi