Memoria rescatada a través de EL GRITO

En tiempos como estos la perspectiva se confunde. Pensar que México era un mejor país o uno más tranquilo hace 40 o 50 años, es un error de perspectiva que aunque comprensible en las circunstancias actuales debería ser corregido. No se trata tampoco de decir que hemos evolucionado mucho y que este país es mejor que el que se tenía antes de que muchos de nosotros naciéramos. Simplemente hay que admitir que es un país diferente, que ha evolucionado pero que, al comparar nuestros días con los que se vivieron en los años sesenta (o antes), podemos ver que aún falta mucho por recorrer.

Las luchas sindicales, obreras, campesinas y finalmente estudiantiles de fines de la época de los sesenta están ahora, por circunstancias que no viene al caso enumerar, disfrazadas de un halo romántico que unas veces las desprovee de su gigantesca carga política, de la necesidad de cambio y libertad de esos años, y otras tantas las dota de una ingenuidad que busca confundir, sí, nuestra perspectiva.

Precisamente por esa razón merece la pena hacer justicia a quienes pidieron libertad, y exigir acciones más concretas a muchos de ellos que hoy están en posición de hacer que el cambio del país tenga mayores alcances. Por ello la recomendación de esta semana va hacia el documental El grito, cuyo crédito de dirección posee Leobardo López Aretche pero que en el camino dejó a muchas personas y recogió a otras tantas, para ser un trabajo casi comunal, producto de muchas cabezas. Ese trabajo merece ser visto de nuevo por varias razones.

No solamente reúne registros sonoros y fotográficos de las movilizaciones del verano del 68 en México, sino que se convirtió en uno de los muy pocos registros visuales de lo sucedido en la ciudad de México en ese año (la noche de Tletelolco, incluida), lo que le otorga un valor histórico enorme. Es también un trabajo conjunto de la primera generación de alumnos en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM, que ante los hechos decidieron coger las cámaras para dejar constancia de lo que sucedía o pudiera suceder en el país. Eso le da no solamente un valor agregado sino una trascendencia inigualable, demostrando el compromiso de los estudiantes y de la Universidad misma ante las necesidades de cambio en esos años, trasladándolos orgullosamente hasta los nuestros.

Una razón más. En el país que hoy se vanagloria de alcances y de libertades, este mismo documental estaba, si no prohibido, sí vetado de exhibiciones masivas en condiciones ideales para su apreciación. Saltaba de exhibiciones casi clandestinas en la UNAM a otras tantas en foros donde apenas se apreciaba el estupendo trabajo de registro de El grito. Fue hasta hace muy poco que en su edición en dvd finalmente alcanzó en las mejores condiciones a cuanta persona esté interesada en el tema. Deberíamos ser muchos. El trabajo de restauración, por otro lado, es verdaderamente excepcional.

2 de octubre no se olvida… y muchas otras fechas tampoco deberán ser olvidadas jamás.

Por: Erick Estrada www.cinegarage.com

El grito de Leobardo López Aretche en Gandhi

Mascultura 29-Sep-11