La culpa que nos une: la memoria y la herida como territorio literario de Ligia Urroz
Por mi gran culpa (Hachette Livre, 2025), la novela más reciente de Ligia Urroz, se origina en un hecho fortuito y una frase poderosa: “Urroz no es su verdadero apellido”, soltó un día su abuela en una reunión familiar. Aquellas palabras abrieron una historia enterrada: un obispo, una violación y un embarazo oculto. “A partir de esa revelación escribí la novela”, cuenta la autora. “La novela es totalmente ficción”, insiste cada vez que se lo preguntan.
La obra se sostiene en un vaivén temporal: la travesía de Josefa y Dolores en el Zarabanda rumbo a Nicaragua y, cuatro meses atrás, la misa en latín de la Catedral de León, donde el obispo pronuncia el Yo confieso. La letanía “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” vertebra el libro y expone su tema principal: la culpa como herencia emocional, religiosa y social.
Urroz lo explica con claridad: “Las mujeres nacemos bajo una marca que no elegimos… un costal de culpas” que va del cuidado doméstico al profesional. A esa carga se suma el poder eclesiástico, “el poder de poderes”, encarnado en un obispo narcisista, seductor y devastador. Para construirlo, la autora recurrió al DSM-5, a la filosofía del mal y al estudio del trastorno de personalidad.
Frente a él, la novela despliega una red de mujeres que se sostienen entre sí. Josefa bebe de Paul Ricoeur; Dolores, de Santa Teresa; María Luisa está hecha de lo mejor de las mujeres cercanas a la autora. A ese entramado se suma otro eje esencial: el exilio. Urroz dejó Nicaragua a los once años y nunca ha podido volver. Ese desarraigo reaparece en Somoza (Planeta, 2021), La muralla (Narratio, 2009) y ahora en esta novela, en la que la migración es trauma, destino y posibilidad.
La obra de Ligia Urroz se mueve en ese territorio donde memoria, exilio, culpa y cuerpo femenino se cruzan. Más que absolver, sus novelas formulan una pregunta incómoda: ¿de qué somos realmente culpables y qué culpas sólo heredamos?
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Por mi gran culpa no sólo reconstruye una época: desarma los mecanismos emocionales, religiosos y sociales que han moldeado la vida de las mujeres durante siglos. Urroz expone cómo la culpa (esa herencia que nadie pidió) se transmite como un apellido, se normaliza como destino y se oculta como doctrina.
Su novela no busca moralizar: revela la violencia refinada del poder eclesiástico, la fragilidad del linaje y la potencia de una sororidad capaz de reorganizar lo que la historia desordenó. Urroz combina rigor histórico, sensibilidad musical y lucidez filosófica.
Finalmente, su obra nos sitúa frente a una sospecha inevitable: la culpa que creemos personal quizá no lo es. Tal vez, como sugiere Urroz, la culpa que nos une es también la que nos define.
Ligia Urroz
Nació en Managua en 1968. Es economista, narradora y promotora de la lectura. Reside en México desde 1979, donde ha desarrollado una trayectoria sólida en el ámbito literario. Es autora de La muralla, Somoza y Por mi gran culpa, obras reconocidas por su rigor histórico y la exploración de la memoria, la migración, la culpa y el poder. Su narrativa aborda con profundidad los vínculos entre memoria, identidad y las estructuras de poder que atraviesan distintas épocas.
Fernando Sanabrais (@fernandosanabrais) es narrador y ensayista. Trabaja entre libros, lectores y autores, donde combina difusión cultural, análisis literario y una mirada crítica sobre la industria editorial.
