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Nuestros destinos infinitos: cuando el amor persiste incluso cuando la historia cambia

Entrevista con Laura Steven

Laura Steven —autora de Silvercloak— construye sus historias desde una pregunta insistente: ¿qué une a dos personas a través del tiempo, incluso cuando todo lo demás se transforma? Nuestros destinos infinitos (Umbriel, 2025), su obra más reciente gira precisamente en torno a esa fuerza invisible: Evelyn y Arden, dos personajes que parecen encontrarse una y otra vez, guiados por un lazo emocional que desafía cualquier lógica lineal y que, sin embargo, se siente profundamente humano.

Stevens recuerda que la semilla del libro apareció en 2017, cuando imaginó a una chica capaz de recordar fragmentos de una vida anterior. Durante años trató de convertir esa idea en un thriller o en una historia más convencional, pero todo resultaba rígido. “No encontraba el corazón del libro”, admite. “Había una anécdota, pero no había una emoción que la sostuviera”. Ese punto llegó recién en 2020, al escuchar “Exile”, de Taylor Swift. Una línea —”Creo que he visto esta película antes”— abrió el ángulo necesario: la sensación de haber vivido algo previamente, de reconocer un patrón afectivo. De pronto la historia dejó de tratarse de un misterio y se volvió un relato sobre una relación que se reescribe a sí misma en escenarios distintos.

El resultado fue una novela más íntima que espectacular, centrada en esa fuerza que impulsa a dos personas a reencontrarse incluso cuando sus circunstancias han cambiado por completo. Evelyn y Arden son el hilo que emerge una y otra vez en diferentes etapas, países y contextos, sostenidos por una conexión que no se explica por lo racional sino por lo emocional.

Recordar lo esencial sin cargar el pasado completo

Uno de los mayores retos narrativos fue la memoria. Steven quería evitar el cliché del personaje que empieza desde cero en cada etapa, pero también rehuyó la idea de que Evelyn cargara con un historial absoluto de todo lo vivido. El equilibrio lo encontró en la memoria fragmentada.

“Las personas no recordamos nuestros días enteros”, explica. “Lo que guardamos son destellos: un olor, un sonido, una frase que nos devuelve a un instante muy preciso”. Ésa fue la clave. Evelyn avanza con fragmentos: cuatro o cinco etapas que recuerda con nitidez y, más allá de eso, una neblina emocional. Lo suficiente para que intuya que hay algo más grande guiando sus pasos; lo justo para que se pregunte por qué esa conexión persiste.

Esta mecánica no sólo evita repetir la misma estructura; también permite que el lector descubra junto a ella. “No quería que Evelyn supiera más que quien lee ni al revés. Necesitaba que avanzaran al mismo ritmo”, dice Steven.

El misterio que sostiene la lectura

En una de las etapas del libro, Arden sugiere que existe un motivo antiguo que explica su vínculo. La autora decidió ocultar esa razón durante buena parte de la novela. “Quería conservar una pregunta central que impulsara la lectura”, comenta Stevens. “Esa sensación de que hay algo que todavía no se entiende, pero que está a punto de revelarse”.

Este silencio también permitió a Laura trabajar a Arden desde otra perspectiva: un personaje reservado, complejo, cuya emocionalidad no siempre es evidente. Para equilibrarlo, Steven incorporó un elemento inesperado en plena fase de edición: Diez siglos de juventud, una colección poética atribuida a su personaje. Aunque ella nunca había escrito poesía, descubrió que los versos permitían revelar matices sin romper el misterio. “Necesitábamos una ventana a su intimidad”, afirma, “pero una que no destruyera la tensión de la historia”.

Gracie: la chispa cotidiana que ancla la historia

Otro de los grandes aciertos del libro es Gracie, una adolescente sarcástica y luminosa que aporta humor, ternura y verdad emocional. Inspirada en el propio hermano de Steven, Gracie representa ese lazo cotidiano que sostiene incluso en los momentos más desconcertantes. “Las relaciones entre hermanos son así: te quieren, pero no te lo están diciendo todo el tiempo”, bromea la autora. Esa dinámica ofrece a Evelyn un punto de apoyo esencial en medio de un relato lleno de interrogantes y decisiones difíciles.

Vivir con un reloj en la mano

A lo largo del libro, Evelyn se enfrenta a un límite temporal que nunca logra atravesar del todo. Stevens incorpora esta frontera no como un elemento trágico, sino como un recurso narrativo que acelera la lectura. “Me gustan los libros con un reloj que avanza”, confiesa. “Esa sensación de urgencia que te dice: queda poco tiempo, hay que actuar”.

Pero además le interesaba explorar qué significa crecer cuando el tiempo parece interrumpirse antes de llegar a la vida adulta plena. “Evelyn y Arden han vivido múltiples etapas, pero nunca lo que entendemos como adultez completa. Esa tensión entre lo vivido y lo que no se alcanza abre una carga emocional muy potente”.

¿Puede romperse el ciclo?

Steven evita cualquier respuesta directa. Prefiere que sea el lector quien determine si es posible liberarse de los patrones afectivos que parecen repetirse. “Lo importante es lo que cada uno de ellos cree”, dice. “Arden ha perdido la esperanza; Evelyn la conserva. Esa diferencia lo cambia todo”.

Tres claves para conocer a Laura Steven y Nuestros destinos infinitos

  1. Una autora que combina tensión emocional con tramas de alto voltaje narrativo
    Stevens debutó con Silvercloak, una novela para adultos centrada en conflictos intensos y dilemas personales. En Nuestros destinos infinitos lleva esa sensibilidad a un territorio más íntimo: vínculos persistentes, identidad en transición y conexiones que resurgen incluso cuando todo cambia alrededor.
  2. Una historia nacida de una idea persistente y una canción decisiva
    La premisa surgió en 2017, pero tomó forma real en 2020 gracias a la canción “Exile”, de Taylor Swift. Esa sensación de “ya haber vivido algo antes” se convirtió en el punto emocional que permitió articular la relación entre Evelyn y Arden.
  3. Un romance marcado por un límite temporal que impulsa la lectura. Evelyn vive con un umbral de edad que nunca logra atravesar, un recurso que genera urgencia narrativa y permite reflexionar sobre crecer, elegir y amar cuando el tiempo se vuelve un condicionante inevitable.