Cuando el arte volvió a España: la odisea del Guernica
El 10 de septiembre de 1981, Madrid recibió a un viajero que había esperado más de cuatro décadas para regresar a casa. No era un visitante cualquiera: era Guernica, la monumental obra de Pablo Picasso, que desde su creación en París en 1937 había recorrido el mundo, exiliada junto a su mensaje de horror y resistencia. Desde Nueva York, donde se resguardó durante años en el Museo de Arte Moderno, la pintura emprendió finalmente su vuelo hacia España, un país que debía vivir la democracia para merecerla.
El lienzo, un grito silencioso contra la barbarie, nació apenas días después de que la aviación nazi y fascista italiana arrasara la pequeña villa vasca de Guernica, dejando tras de sí muerte y devastación. Picasso, consciente del significado histórico y político de su obra, dejó escrito que jamás debería volver a España mientras la dictadura de Francisco Franco permaneciera vigente. Así, el cuadro se convirtió en “el último exiliado”, viajando por 18 exposiciones alrededor del mundo, testigo constante de la memoria y la resistencia, recordando la tragedia de un pueblo y la fuerza del arte como denuncia.
Con la muerte de Franco en 1975 y la transición hacia la democracia, la vuelta de Guernica se transformó en un acto simbólico, casi sagrado. La operación para trasladarlo fue meticulosa y discreta: en la noche del 9 de septiembre de 1981, el lienzo fue descolgado, enrollado y protegido en una caja de madera, sin póliza de seguros que pudiera cubrir su valor incalculable. Al amanecer, Blanchett Rockefeller, presidenta del MoMA, lo entregó a las autoridades españolas, y un avión de Iberia lo transportó a Madrid junto a bocetos y estudios preparatorios. Cada hora de vuelo parecía acortar la distancia entre el exilio y la tierra natal de su creador.
A las 8:27 de la mañana, la obra tocó suelo español. Por fin, después de 16.203 días desde su creación, el público pudo contemplar el reflejo de la tragedia, la injusticia y la resistencia de un pueblo que empezaba a respirar bajo la democracia. Guernica no es solo un cuadro: es un alegato contra la guerra, un manifiesto universal y un espejo de las heridas humanas, una voz que trasciende generaciones.
Desde el Casón del Buen Retiro hasta su hogar definitivo en el Museo Reina Sofía, la obra de Picasso sigue recordándonos que la memoria, el arte y la libertad tardan en regresar, pero cuando lo hacen, llegan para quedarse, implacables y necesarias, como el recuerdo de lo que nunca debe repetirse.
Periódico La Vanguardia, 1981.