Mercedes Nasta: el arrullo tecnológico de “Honorata”

Mercedes Nasta: el arrullo tecnológico de “Honorata”

En el Espacio de Experimentación Sonora (EES) del MUAC, la compositora y cantante mexicana Mercedes Nasta vuelve a la creación musical con Honorata, una pieza comisionada por el museo que abre las puertas del recinto al territorio del pop, pero desde una sensibilidad profundamente introspectiva. La obra, concebida como un arrullo y construida con timbres delicados y una sensación de liviandad, explora los ritmos internos del sonido y los momentos más íntimos de la escucha.

Desde su debut con Basalto (2016), Nasta se ha distinguido por crear atmósferas donde el pop, la cumbia, el bolero y la electrónica se funden en una cadencia suave y envolvente. En temas como “Paricutín”, la cantante logra una suspensión del tiempo: cada capa instrumental se despliega con lentitud, invitando a quien escucha a flotar dentro del sonido. En Honorata, su pieza más extensa hasta la fecha, esa búsqueda alcanza una nueva dimensión gracias a las posibilidades del formato multicanal, que convierte la experiencia auditiva en una especie de abrazo sonoro.

La gestación de Honorata tiene un doble origen. En lo personal, fue compuesta durante el embarazo de Nasta, y en ese sentido funciona como una exploración de los espacios de resguardo y cuidado, donde el tiempo parece fluir de manera distinta. En un plano más amplio, la obra dialoga con la necesidad contemporánea de hallar refugios frente a la velocidad y el ruido del mundo. “Quise explorar los ritmos internos de cada timbre y sus posibilidades de transformación”, explica la artista.

La instrumentación —contrabajo, viola, piano Rhodes, órgano Hammond, sintetizadores y guitarra eléctrica— sostiene la voz de Nasta con la familiaridad de una canción pop, pero su estructura se abre a giros experimentales. La pieza, de quince minutos de duración, se presenta como una instalación sonora multicanal en loop, donde la espacialización y el movimiento del sonido son tan importantes como la melodía.

Nasta describe el proceso de composición como “no del todo voluntario”, surgido de un estado de duermevela entre la vigilia y el sueño, intensificado por el embarazo y el cansancio. Soñó repetidas veces con la pieza y sintió que ya existía dentro de ella, como si solo tuviera que recordarla. Así, Honorata se revela como una canción anamnésica, una melodía que no se compone, sino que se recuerda: el eco de una memoria sonora que vuelve a la superficie.

Con esta obra, Mercedes Nasta confirma su lugar dentro de una generación que difumina los límites entre la música popular y la experimentación. En Honorata, la tecnología multicanal se vuelve cómplice de lo humano: una voz que arrulla, una frecuencia que respira, un sonido que recuerda que escuchar también puede ser un acto de cuidado.