El yoga y la actuación

El yoga disfruta ahora de buena fama en Occidente; de ser considerada una práctica satánica pasó a convertirse, en menos de cien años, en parte de los programas de salud estatales. Para la gente, los beneficios del yoga van desde los más superficiales (como una linda figura, la piel sana y radiante, mejorías en la salud física y mental) hasta los más elevados, filosóficos y espirituales. Lo cierto es que en los últimos veinte años el yoga en México se ha promovido como nunca, pero, de manera sorprendente, ha estado con nosotros desde hace mucho más tiempo: en los escenarios y las pantallas, varias generaciones han disfrutado de actuaciones realistas que en el fondo son producto de la influencia del yoga en la actuación moderna.

 

Hay que recalcar que el yoga no consiste en aeróbics orientales. Yoga en sánscrito quiere decir “unión”, aunque no se puede resumir tan fácil; el yoga no es una religión, tampoco un entrenamiento o un arte marcial, no es arte circense, ni práctica chamánica espiritista. Todas estas cosas pueden hacerse con yoga, que sí es un sistema filosófico. Esto podrá llevar a algunas cejas a realizar una serie de acrobacias. Y es que hay que repensar la filosofía como un modo de vida. En ese mismo tenor, Tales de Mileto dijo “¿Cuál es el hombre feliz? El que tiene un cuerpo sano, un espíritu despierto y una naturaleza apacible”, cosas que se logran con el yoga. Quizá se deba a que el yoga, ahora en Occidente, se presenta como una alternativa para llevar una vida más sana, provechosa y tranquila.

 

El yoga es en muchas ocasiones digno de asombro; más allá de que muchos actores lo practiquen como entrenamiento físico, las coincidencias entre el sistema descrito en los Yogas sutras (c. 3000 a. C) atribuidos a Patanjali, y el sistema desarrollado por el padre de la actuación realista moderna, Konstantin Stanislavski (1863-1938), son indiscutibles.

 

Cuando comencé a practicar yoga hace ochos años, de inmediato noté las similitudes entre éste y lo que aprendí en la universidad sobre el mal llamado “método” de Stanislavski”. Pensé que sería lógico que el genio ruso fuera influido por el yoga, por su cercanía con India, y que la influencia asiática en Rusia había sido la ruta obvia del yoga al sistema de actuación del director del Teatro de Arte de Moscú. Sin embargo, por estudios recientes sabemos que las referencias directas y los comentarios de Stanislavski sobre el yoga, los hace respecto a un libro de origen un tanto oscuro. Un autor estadounidense, un tal W. W. Atkinson, escribió en 1904 Serie de lecciones sobre raja yoga de Ramacharaka, y parece que este autor se inventó que había conocido a Yogui Ramacharaka, y que luego de una charla en cabina de tren rumbo a Chicago decidieron unir esfuerzos: el indio, por un lado, con su sabiduría yóguica, el estadounidense, por otro, con sus cualidades literarias —puesta en duda por muchos—. Gracias a un maravilloso trabajo de Mario Cantú Toscano, La ciencia en Stanislavski, sabemos que su asistente practicaba yoga y era él quien ayudó a incorporar aspectos prácticos del yoga a la teoría de su maestro. También apunta Cantú a lo largo de su libro que Stanislavski siempre se vio en conflicto primero con el pensamiento cientificista de finales del xix y luego, más aún, con el régimen materialista soviético.

 

¿Cómo hablar de espíritu, de energía, pulsión y demás cosas inmateriales? Parecería que con el ashtanga yoga y sus ocho ramas: principios éticos, disciplina personal, postura (asana), respiración, introyección de los sentidos, atención, concentración (meditación) y liberación (Samadhi), que coinciden con la imaginación, la concentración de la atención, atención externa e interna, relajación y descanso muscular, el estado creativo, la acción, la memoria de las emociones y por supuesto el sentido de la verdad del mal traducido Un actor se prepara. En resumidas cuentas, lo que propone Stanislavski no es más que un conócete a ti mismo, pues el instrumento del actor es su propio ser. La actuación acaba siendo un malabar psíquico, físico, afectivo del ser, para mostrar a otros una verdad.  

 

La próxima vez que vea a un actor realista, al que pueda considerar sublime en algún momento de la representación, sepa usted, querido lector, que ella o él están haciendo yoga, y han alcanzado Samadhi, o en otras palabras, el Nirvana: el momento en el que un actor se vuelve un artista que conecta, que une a través de sí el cosmos con la tierra; es uno con el cosmos, porque sencillamente lo es, aunque sea por un breve instante, y es, por ese brevísimo momento, la razón por la que algunos actuamos y otros ven actuar y maravillarse.

Por Emilio Savinni @emiliosavinni

MasCultura 05-Jun-17