Serrat conquista la FIL Guadalajara: una visita marcada por memoria, ruido y resistencia

Joan Manuel Serrat no necesita guitarra para convocar multitudes. Bastó su presencia en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2025 para generar filas desbordadas, aplausos prolongados y una conversación que, pese a las interrupciones técnicas, terminó convertida en una de las más memorables de esta edición. El cantautor catalán llegó para dialogar con “Mil Jóvenes”, charlar con la prensa y recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Guadalajara, pero sobre todo, para poner sobre la mesa sus preocupaciones y certezas sobre el mundo actual.
El encuentro con Benito Taibo en el Auditorio Juan Rulfo comenzó con energía, pero pronto fue alcanzado por un ruido que se filtraba desde afuera: cientos de personas intentando entrar, un sonido saturado y la frustración colectiva por no poder oír. Serrat, abandonó el escenario unos minutos. Cuando volvió, el ambiente se había relajado y el sonido mejorado. A partir de ahí, el diálogo fluyó con la serenidad del Serrat que el público reconoce: directo, lúcido, sin complacencias. Habló de migración, de política, de poesía y de la fragilidad de un mundo que, a su juicio, transita entre dos eras sin haber resuelto las desigualdades de la anterior.
Recordó su llegada a México en 1976, cuando el exilio lo obligó a rehacer la vida “casi desde cero”. Lo hizo acompañado de amistades solidarias y una camioneta bautizada “La Gordita”, con la que recorrió el país para llevar su música a públicos que lo adoptaron desde entonces. Esa experiencia marcó, dijo, su manera de entender la migración: no como un problema, sino como una condición humana que los gobiernos insisten en reducir a cifras y discursos.
“Los migrantes muchas veces son pobres, pero no son idiotas”, afirmó ante el auditorio. “Se adaptan, trabajan, buscan una vida mejor. Los gobiernos deberían poner atención ahí”. También arremetió contra el uso político del tema: “Vivimos una época miserable. La migración es un caldo de cultivo para que la derecha construya discursos del miedo”.
Serrat extendió su reflexión hacia el panorama global. Considera que la sociedad atraviesa un periodo tan incierto que “es más fácil prever el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Para él, la digitalización acelerada, la desinformación y el avance de discursos autoritarios agravan el cansancio cotidiano de las personas. Aun así, defendió la fe diaria, el activismo y la capacidad de actuar desde lo pequeño: “Hay que tratar de mejorar y de desenmascarar a los farsantes”.
La poesía ocupó un lugar central en la charla, sobre todo cuando una joven le preguntó cómo llegó a ella. “Por amor”, respondió con una sonrisa. Recordó a Bécquer, a Machado, a la poeta polaca Wisława Szymborska, y dijo que aunque leer poesía no dé dinero, sí da “placer y descubrimiento”, algo imprescindible para quienes desean dedicarse a la creación. A los jóvenes artistas les dejó un consejo tajante: “No sé si creo en la vocación, pero sí en el entusiasmo… y en el trabajo”.
El público mayor de 40 años —que llenó buena parte del salón pese al título del evento— intervino en varias ocasiones para agradecerle su música y su voz. Entre anécdotas, Serrat admitió que casi nunca escucha sus propias canciones: “Siempre les encuentro errores”. El comentario provocó risas, pero también reforzó su idea de que la constancia es la verdadera escuela del artista.

FIL/Natalia Fregoso

FIL/Natalia Fregoso

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Un día después, en el Paraninfo Enrique Díaz de León, Serrat recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Guadalajara. Frente al auditorio lleno, se permitió un deseo: “Quiero pensar que llegará el día en que ese México de los libros le gane al México de las armas”. La frase, acogida con una ovación de pie, encapsuló el espíritu de su visita: una mezcla de memoria, lucidez y esperanza terca, de esa que él sigue defendiendo incluso cuando el ruido amenaza con interrumpirlo.
En Guadalajara, Serrat no solo conversó; recordó por qué su voz —cantada o hablada— sigue siendo necesaria.

FIL/Natalia Fregoso