Raúl Zurita: el alba viviente en los acantilados más allá del purgatorio
A Paulina y Raúl, con todo nuestro amor.
A nuestro hermano, el poeta y artista gráfico chileno Rodrigo Rojas Bollo.
Veintidós versos “de amor, de locura y de muerte” fueron proyectadas con láseres en los farellones de los acantilados de la costa norte de Chile, en Caleta Vítor, Arica, el 24 de marzo de 2024. Se trató del poema “Verás”, fundamental en la poesía del chileno Raúl Zurita (1950), Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2020, ya que implica una visión del espíritu vista en un sueño, acaso un dictado, que concluye la trayectoria de conciencia y de vida de toda una obra, a la vez que cierra un ciclo de escritura existencial-monumental desarrollado por el autor en el cielo y en el desierto.
El registro fotográfico de esta proyección, Verás: El último proyecto, puede apreciarse por fin en nuestro país, en una exhibición en la Casa del Lago de la UNAM, en Ciudad de México, abierta hasta el 19 de diciembre. Asimismo, en octubre, y también en este espacio, en el Festival Poesía en Voz Alta, se estrenará un documental que aborda el proceso creativo de esta acción, además de que se presentará una instalación con textos clave para la mencionada actividad. “El texto con que comienza la instalación proviene, con leves modificaciones del poema ¿Eras tu papá?, incluido en mi libro Zurita, y el conjunto se llama “Apagándose”, dijo el autor en entrevista (una muy larga entrevista que he realizado, por partes, y en el tiempo, desde 1998, en México, en Chile y por vías electrónicas), quien también es Premio Nacional de Literatura 2000.
Crepuscular
La proyección cumplió una aspiración estética y vital largamente madurada por el autor que fue entrevista desde hace 23 años. “Había imaginado unas frases escritas sobre esos paredones, veintidós exactamente, de amor, de locura y de muerte” dice, en un poema.
Después de varios intentos, finalmente los textos se dibujaron, iridiscentes, en ese acantilado de mil metros de altura, donde cada verso ocupó 500 metros de ancho. Tras años investigación en recursos tecnológicos, los activistas lumínicos de Delight Lab con apoyo de Fundación Engel, lograron esta hazaña utilizando proyectores láser que recorrieron 1.2 kilómetros de espacio entre una planicie elevada, justo enfrente del farellón, a éste mismo, permitiendo escribir con luz las palabras, por supuesto con tipografía del poeta.
Quien más pudieron haber sido los artífices de esta acción sino este excepcional Colectivo y Estudio de arte, diseño y experimentación luminosa que comparten una visión crítica de la realidad con el autor y con quien ya habían trabajado. Su performace consiste en reflejar, con luz, en construcciones y escenarios naturales, imágenes y frases a sistémicas. Por ejemplo, en el toque de queda en Santiago, durante el estallido social de 2019, proyectaron en la Torre Telefónica (edificio emblemático aledaño a la llamada Plaza de la Dignidad que representa el privilegio de empresas globales frente al pueblo y una “arquitectura colonizante”, diría Carmen Berenguer), frases como “Chile despertó”, “Dignidad” y “Que su rostro cubra el horizonte”, ésta última, un verso de Zurita, acompañada de imágenes de semblantes de activistas injustamente desaparecidos por los aparatos de represión.
Es una obra progresiva, que siguió los movimientos terrestres. La acción, que comenzó con el crepúsculo, transitó por la penumbra nocturna y terminó en el amanecer. Los versos luminosos se sucedieron a lo largo de la noche: Verás un mar de piedras… Verás margaritas en el mar… Verás un Dios de hambre… que fueron recitados por Zurita conforme aparecían. Las últimas frases, las decisivas, se diluyeron con el último verso que quedó suspendido en el acantilado, hasta que la salida del sol lo extinguió, “y sólo quedó el sonido del mar”, dijo Zurita.
Finalmente, el poeta vio realizada su visión. Dijo: “Tengo 75 años, y veo que algunas cosas se han ido cumpliendo. Se van irremediablemente cumpliendo algunas que antes vi como en entre sueños: mares enteros cubiertos de piedras y escombros; las últimas frases proyectadas en los acantilados de esos 22 versos: Veras que se va/ Verás no ver/ Y llorarás…”
Tu rota tarde, la noche rota, desollado amanecer
Tanto el poema como su proyección vesperal tienen un significado crucial. En primera, se trata de los versos con que el autor cierra su inconmensurable libro Zurita (Chile, 2011, México y España, 2012), un gran proyecto poético-biográfico de 750 páginas en el cual interviene una especie de personaje denominado “Zurita”, que no es más que un alter-ego y una voz-conciencia poética que, desde la memoria, el no lugar, va reconstruyendo una trayectoria simbólica de existencia y un canto de cisne, aunque también epifánico, que transcurre por la obra entera del autor. Se trata de una conciencia omnividente y omnipresente que dice desde un tiempo pasado, presente y eterno; que objeta, observa, se lamenta, llora. Al respecto, Zurita ha dicho: ¿Quién realmente escribe esas cosas? ¿Quién se mete dentro de uno? ¿O es tu muerte futura la que habla?”.
Asimismo, el volumen implica un diálogo fuera del tiempo entre una ausencia paterna que nunca responde y una orfandad real (el poeta perdió a su padre a los dos años) y metafórica, la de aquel Little boy, que es una de otras identidades desde las que hablará la voz poética en el libro. De este modo, Zurita, abre con el siguiente poema:
CIELO ABAJO
Mañana me marcho, papá (…)
Partiré muy temprano para que mamá
no lo advierta. Después se lo cuentas tú papá. No
me despediré de nadie. Me habría gustado dejarle
algunas flores a Veli, pero ya hace mucho que
aquí las únicas flores que se dan son las piedras.
Hondo es el pozo del tiempo. ¿Ves allá al fondo
esas montañas? Sus cumbres están tapadas y
quizás llueva. ¿Te imaginas el mar cubriendo
otra vez ese pedrerío papá? No me hablas papá.
Foto: Pepe Kino
Foto: Javier Narváez
En segunda, este transcurso de la víspera al siguiente día, es un reflejo de los instantes decisivos del Golpe de Estado en su país que derrocó al gobierno social de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 el cual instauró, en un nuevo amanecer, una dictadura cívico militar, y que el poeta sufriera en carne propia, ya que fue detenido, encerrado y torturado en una de las bodegas de un carguero llamado Maipo, junto con varios de sus compañeros, en el puerto de Valparaíso.
El libro Zurita se divide en tres momentos que pueden ser considerados una especie de largos capítulos, situados alrededor de esta fatídica fecha: I. Tu rota tarde, que abarca el atardecer del día 10; II. Tu rota noche, situado en la noche entre el 10 y el 11 de septiembre, y III. Tu roto amanecer, que se ubica en la mañana del 11.
Por último, este volumen es una revisión e incluso una reescritura de su obra entera a raíz de este juego atemporal de conciencia: incluye, en una reestructuración ya definitoria, poemas pertenecientes a su ciclo de Dante (conformado por los poemarios Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982) y La vida nueva (1994, al que se integraron grandes libros como Canto a su amor desaparecido -1985-, El amor de Chile -1987- y Canto de los ríos que se aman -1993-); INRI (2003), en su totalidad, y los poemarios Los países muertos (2006), Las ciudades de agua (2007), In memoriam (2008), Cuadernos de guerra (2009) y Sueños para Kurosawa (2009), en un continuum donde los hechos, los sueños, los poemas, se convierten en signos universales de un relato acaso íntimo, colateral a una vida y la historia de un país, pero eterno y universal, conformando uno de los discursos poéticos más poderosos y profundamente humanos, a la vez que colectivos de América Latina.
Costa norte, acantilados
Pero no fue el paraíso, Little boy, sino sólo el reseco desierto donde hace millón es de años estuvo el Pacífico y al frente unas frases de amor, de locura y de muerte escritas en los acantilados atravesando la rota tarde, la noche rota, tu desollado amanecer.
Escribir en el cielo, en las arenas, en los farellones
Como se ha dicho, los poetas de la dictadura chilena buscaron un lenguaje nuevo, incodificable para el inquisidor. Raúl Zurita es uno de los pilares de esta habla poética in extremis que no es un mero “artefacto verbal” sin sentido. Explica el autor: “No es que me haya propuesto hacer una obra que incorpore los grandes temas o el todo, o haya trabajado en función de un manifiesto. Tampoco he pretendido ampliar o desampliar los límites de la poesía, sino que han sido visiones o necesidades viscerales, casi del estómago. Durante la dictadura sentía que el discurso debía ser lo suficientemente intenso, de tal forma que fuese equivalente a la destrucción. Cierta poesía me parecía insuficiente frente a la magnitud de lo que estaba sucediendo y nada de lo que podía conocer podría servirme: ni la antipoesía de Nicanor Parra, que no daba cuenta de ese quiebre, ni la portentosidad de Pablo Neruda, que era un canto; debía ser algo que incorporara la fisura y que fuera vasto y potente.”
De esta forma, se incorpora el paisaje chileno en su escritura entendido como una fuerza ancestral que recibió piadosa y amorosamente los cuerpos de los desaparecidos. Dijo: “Todos sabíamos que habían tirado cuerpos al mar, lo cual se reconoció mucho tiempo después. Por eso ya nunca iba a poder mirar ese mar de la misma manera y porque la única piedad que habían tenido esos cuerpos fue la de los paisajes y no la de mi país, ya que los cadáveres no fueron de vuelta. Con ello te das cuenta que la única compasión con dichos cuerpos fue la de estas cosas: el mar, las olas, las cordilleras, porque fueron las que infinitamente los abrazaron.”
Epílogo:
Cientos de cuerpos fueron arrojados sobre las montañas, lagos y mar de Chile. Un sueño, quizás soñó que habían unas flores, que habían unas rompientes, un océano subiéndolos salvos desde sus tumbas en los paisajes. No.
Están muertos. Fueron ya dichas las inexistentes flores. Fue ya dicha la inexistente mañana.
También, desarrolla una escritura en diversos registros, y realiza diversas expresiones artísticas. Es muy conocida la acción de una quemadura auto infringida en su mejilla izquierda que significó un acto desesperado de protesta ante el fascismo, aunque en dicho instante, el recuerdo de una estrella que fue vista por el autor a través una pequeña ventana en la bodega del carguero donde fue detenido conllevara la esperanza. Esta acción se encuentra implícita en su libro Purgatorio, y de ella se desprende un verso muy poderoso y referido del poeta: “mi mejilla es el cielo estrellado”.
Otro acto simbólico en este contexto fueron el intento de auto enceguecerse arrojándose amoníaco a los ojos (que significó para el poeta buscar las visiones de su memoria en el cielo -los rostros de los desaparecidos- desde la no-visión), y las dos acciones monumentales, consistentes en la escritura en el cielo de Nueva York del poema “La vida nueva” (1982), mediante cinco aviones que trazaban las letras con humo blanco de quince frases de 7-9 kilómetros de largo. Asimismo el trazo, con retroexcavadoras, en el desierto de Atacama (1993) de la frase “Ni pena ni miedo”. Dijo Raúl al periodista y escritor mexicano Óscar Cid (Periódico Reforma, 2025) “Tres años después, en 1985, en un país que en que lo único que había era pena y miedo, pensé en hacer una inscripción en el desierto que fue “Ni pena ni miedo”. Se hizo finalmente en 1993, la dictadura había pasado, y me sorprendió verlas”.
Escultura de la Piedad
El libro Zurita es, en ese orden, una revisión de la memoria chilena y su historia reciente más descarnada. Es una desembocadura respecto de su ciclo escritural de Dante, que ha implicado un canto cósmico que ha ido del purgatorio al ante-paraíso o anhelo de un mundo y vida nuevos por lo que significa una paráfrasis de la cosmogonía de Dante Alighieri, muy querida en la visión anímica del poeta porque su abuela Josefina Pessolo, Veli, de origen italiano, le contara de niño pasajes de La divina comedia.
Zurita es la voz poética que habla desde un yo perteneciente a ese cuerpo humillado que mira la estrella desde la pequeña ventana de ese buque carguero. Al mismo tiempo es la voz de los cuerpos destrozados de los otros, asumidos, asimilados y redimidos por el paisaje chileno que, a su vez, son los cuerpos destrozados de todos los detenidos desaparecidos en la historia debido a las guerras del poder y la imposición de cualquier sistema: Hiroshima, Troya, Auschwitz, las dictaduras, la voz de todos los vencidos…
Así, en tanto que Raúl Zurita concibe la poesía como “la construcción de una escultura personal frente a la muerte, es decir, una Pietá”, esta obra es la cabal “escultura de palabras” (como dijera el poeta peruano Jorge Eduardo Eielson), del autor, es decir, su Pietá poética.
Frente al abismo del acantilado
En este panorama, los versos de “Verás” conforman un cierre magistral de esta gran retrospectiva. Raúl ha dicho que relatan “las veintidós imágenes que verá un ser humano en su paso por la tierra” aunque también, son las frases últimas que verá el eternauta antes del fin, por lo que la proyección en el ocaso, también es una alegoría de la vida y la finitud. Afirmó el autor: “A diferencia de los poemas trazados en el cielo y en el desierto que son obras diurnas, esta es una obra del crepúsculo y de la noche. Si he trabajado con mi vida también debo trabajar con la imagen de mi muerte”.
Zurita culmina con la voz poética de conciencia plasmada en su libro, ante el acantilado, a punto de caer a su desaparición, junto con millones y millones de seres humanos arrojándose, imagen penúltima con que cierra su monumental libro, y la trayectoria de conciencia del ser en orfandad:
¿Eras tú papá?
Después de cinco semanas esperando que se despejara
La neblina sobre la costa norte pude ver
Los acantilados. Kilómetros y kilómetros de paredes
De granito cortándose a pique y mil metros más
Abajo el océano Pacífico. Había imaginado unas
frases escritas sobre esos paredones, veintidós
exactamente, de amor, de locura y de muerte
(…)
Años después moría. Eran millones
Y millones de hombres y mujeres arrojándose,
Muchedumbres inacabables que se detenían por
Un instante en el borde de los paredones y luego
Se lanzaban. Algunos lo hacían tomados de la
Mano, se miraban a los ojos y daban el último
Paso, otros sostenían niños en sus brazos y
Lloraban quedamente mientras el viento del
desierto hacía flamear sus ropas. Sentí un brazo
posarse en mi hombro ¿eras tú papá? Y el vacío
se abrió bajo mis pies sin estruendo, igual que
una boca muda y dulce. Al frente, el azul del
inmenso amanecer se iba fundiendo con el
Pacifico y las frases de amor, de locura y de
Muerte, se me pegaron en los labios también
sin estruendo, suavemente, como un último silencio.
Y sin embargo, sin embargo, dijo Raúl Zurita, “a pesar de todo, con espanto, con horror, con desesperación, continuar amando esta tierra demasiado desbordad de escombros y de vergüenza”,
Así:
Costa norte de Chile, acantilados
VERÁS UN MAR DE PIEDRAS
VERÁS MARGARITAS EN EL MAR
VERÁS UN DIOS DE HAMBRE
VERÁS EL HAMBRE
VERÁS UN PAÍS DE SED
VERÁS CUMBRES
VERÁS EL MAR EN LAS CUMBRES
VERÁS ESFUMADOS RÍOS
VERÁS AMORES EN FUGA
VERÁS MONTAÑAS EN FUGA
VERÁS IMBORRABLES ERRATAS
VERÁS EL ALBA
VERÁS SOLDADOS EN EL ALBA
VERÁS AURORAS COMO SANGRE
VERÁS BORRADAS FLORES
VERÁS FLOTAS ALEJÁNDOSE
VERÁS LAS NIEVES DEL FIN
VERÁS CIUDADES DE AGUA
VERÁS CIELO EN FUGA
VERÁS QUE SE VA
VERÁS NO VER
Y LLORARÁS
