Por mi gran culpa: cuando la ficción enfrenta los silencios familiares
Un secreto revelado
Ligia Urroz creció en una familia profundamente católica marcada por un silencio incómodo. Todo cambió cuando su abuela le confesó un secreto guardado durante generaciones: su tatarabuelo, un alto jerarca de la Iglesia, había embarazado a Josefa, su tatarabuela. El escándalo obligó a la joven a abandonar España y mudarse a Nicaragua, donde reconstruyó su vida.
Ese rumor, transmitido como una sombra, nunca pudo hablarse abiertamente por temor a Dios y a la condena social. Décadas después, Urroz decidió tomar esa herida y transformarla en literatura. Así nació Por mi gran culpa (Editorial Hachette), una novela que convierte el tabú en relato y el rumor en una búsqueda de sentido.
De la llaga al relato
La autora no se limita a reproducir el escándalo. Con una prosa ágil y sensible, Urroz reelabora la posible historia de sus ancestros y la convierte en un espacio literario donde caben el abuso, los celos, la confusión y la muerte, pero también el amor, la solidaridad y las ganas de vivir.
En Por mi gran culpa no hay héroes ni villanos. Los personajes están construidos desde la contradicción, con sus paradojas y revanchas, como reflejo de la condición humana en su complejidad.
Ficción como liberación
La novela funciona como una forma de airear lo que durante generaciones se calló. Urroz propone que narrar es un acto de liberación: el dolor heredado se transforma en palabra, y el silencio en memoria compartida.
Más allá de su historia personal, la obra conecta con un debate más amplio. En un contexto donde la Iglesia católica ha sido señalada por abusos y encubrimientos, la novela de Urroz se suma a una tradición de autores que exponen lo íntimo para iluminar lo colectivo.
Una herencia compartida
Aunque el punto de partida es un secreto familiar, Por mi gran culpa trasciende lo particular. Es una novela que interpela a cualquiera que haya crecido en hogares atravesados por silencios incómodos. En esas grietas, muestra Urroz, no solo habita la vergüenza: también se encuentra la fuerza para vivir, amar y reinventarse.
