Pedro J. Fernández: humanizar a la Décima Musa

Pedro J. Fernández: humanizar a la Décima Musa

Por Fernando Sanabrais

Pedro J. Fernández, nacido en Delaware en 1986, ingeniero, sommelier e incluso lector de tarot, ha publicado novelas y textos tanto para el público adulto como para jóvenes. Pedro ha dejado una marca inconfundible al humanizar a los grandes nombres de la historia.

De Yo, Díaz, Soy Malintzin y Maximiliano, memorias secretas, regresa ahora a la Décima Musa con Yo, Sor Juana: Mujer volcán, novela que viaja desde la intimidad entre el genio, la fe, el poder y el deseo de conocimiento. Un libro concebido para devolver carne, dudas y furia a una figura que a veces convertimos en estatua.

Has dicho que hemos convertido a Sor Juana en un símbolo y que lo que te interesaba era humanizarla. ¿Cómo lo lograste?

En uno de sus versos, Sor Juana habla sobre la duda que tenía acerca de su genio. Eso me llevó a pensar que es lo mismo para todos los escritores: dudamos de lo que escribimos, tememos la página en blanco y trabajamos mucho para llegar a un texto terminado. Mostrar esas dudas nos permite verla como un ser humano vulnerable, como lo somos todos.

Con Sor Juana pasa que la tenemos tan idealizada que creemos que caminaba por el convento hablando en verso, y que lo primero que salía de su pluma era perfecto. Yo quería mostrar a Sor Juana más allá del símbolo.

Tu serie histórica también ha conectado con lectores jóvenes. ¿Qué reacciones has recibido?

Me ha sorprendido ver chicos de 14 o 15 años llevando los libros para que se los firme. Les gustaron Yo, Díaz o Maximiliano y quieren seguir leyendo. Eso me encanta: no se quedan en un título, buscan otro y otro. Con Yo, Sor Juana ha pasado lo mismo; en pocas semanas ha recibido muy buenos comentarios, incluso de booktubers y booktokers jóvenes que ya esperan el siguiente.

¿Qué aporta Sor Juana a tu serie de biografías?

La mayoría de mis personajes pertenecen al siglo XIX. Sólo Malintzin y Sor Juana son excepciones, lo que me permitió contar épocas distintas. En Sor Juana me interesó mostrar el México del XVII y, sobre todo, cómo una mujer encontró libertad dentro del convento. Como decía Virginia Woolf, una mujer necesita una habitación propia y dinero para escribir. Sor Juana lo tuvo en su celda. Desde ahí desafió las convenciones: escribía textos religiosos y también profanos, recurrió a la mitología grecolatina y cuestionó a los hombres de su tiempo.

En su Respuesta a Sor Filotea describe cómo montó su propio laboratorio en la cocina, un espacio considerado menor que ella convierte en lugar de conocimiento. De ahí su famosa frase: “Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más habría escrito”. Una bofetada con guante blanco a su época.

 

En el libro mencionas sus diversas facetas.

No fue sólo una monja sentada a escribir. Fue una mujer que redactó un recetario, que estudió astronomía y reunió la biblioteca más grande del continente con cinco mil volúmenes. Mientras otros discutían si la Tierra era el centro del universo, ella leía a Copérnico y Galileo. Quería saberlo todo. Esa amplitud la hace atemporal.

El final de Sor Juana es uno de los momentos más poderosos.

El obispo de Puebla le pidió escribir sus ideas sobre un sermón del padre Vieira. Después aprovechó su enfrentamiento con el obispo de México y publicó el texto sin permiso como Carta atenagórica, firmada como “Sor Filotea”. Fue un escándalo que una monja opinara sobre esos temas. En lugar de callar, Sor Juana respondió con la Respuesta a Sor Filotea, donde no sólo se defiende: también habla de su infancia, de cómo aprendió a leer y de por qué entró al convento.

Eso le trajo problemas. Bajo la presión del arzobispo, vendió sus instrumentos, se deshizo de su biblioteca y declaró que dejaría de escribir. Pasó sus últimos años dedicada a la vida religiosa, participando en castigos corporales y escribiendo en el libro de actas que ahí se anotara el día de su muerte, porque era “la peor del mundo”. La peste que azotó al convento terminó por alcanzarla: cuidó a sus hermanas enfermas, se contagió y murió.

¿Qué encuentras vigente de Sor Juana en pleno siglo XXI?

Todo. Sus versos de amor, sus ironías sobre los celos, sus cuestionamientos a los hombres. Era muy famosa y respondía con sarcasmo a quienes la adulaban demasiado. Hoy podemos reírnos con versos que escribió hace 300 años. Esa capacidad de transmitir sentimientos a través del tiempo es lo que la hace atemporal. Entendió la condición humana y la plasmó en su obra.

¿Qué proyectos vienen después de Yo, Sor Juana?

El próximo título de esta serie será sobre Santa Anna. También trabajo en el segundo volumen de El juego de la silla. Habrá más libros sobre la historia de México.

Muchas gracias, Pedro. Esperamos tenerte muy pronto nuevamente.+