Mortis Causa: cuando la ficción entra al corazón de la investigación forense

Mortis Causa: cuando la ficción entra al corazón de la investigación forense

Mortis Causa(Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial), la novela de Luisa Reyes Retana con ilustraciones de Diego Molina, es una obra que se adentra en el territorio movedizo entre ciencia, ética, misterio y sensibilidad humana. Ambientada en la provincia ficticia del Cálume, en Santísima, la historia se desarrolla en una imponente morgue universitaria—un espacio casi sacralizado, con vitrales, arcos y murales que funcionan como la antesala ideal para uno de los experimentos más inquietantes y fascinantes de la narrativa reciente: la posibilidad de acceder, literalmente, a la experiencia final de los muertos por medio de un dispositivo de entrelazamiento cuántico llamado ced, la Consola de Entrelazamiento Cuántico para Exploración Diagnóstica

La novela sigue a cuatro estudiantes de medicina forense: la Líder, Máquina, Cables y el Príncipe. Junto con ellos aparece la figura del Profesor Igor Morosov, una especie de gurú de la medicina legal, célebre, excéntrico y contradictorio. En las primeras páginas, Morosov introduce al grupo a una serie de cadáveres donados a la ciencia y les pide seleccionar aquellos que presenten “muchas posibles causas de muerte” para una demostración pública en el anfiteatro. Lo que podría ser un ejercicio rutinario para estudiantes avanzados se transforma pronto en una subversión clandestina de la tarea: en lugar de realizar necrocirugías tradicionales, los jóvenes deciden poner a prueba su invento secreto, ced, un dispositivo híbrido entre tecnología casera, imaginación desbordada y ciencia especulativa, que pretende provocar sinapsis mínima en un cerebro humano ya muerto para transmitir al usuario vivo su experiencia final

La motivación del equipo es ética y a la vez profundamente personal: desean revolucionar la criminalística y garantizar un trato digno a cuerpos olvidados, habitantes de los márgenes sociales que aparecen bajo puentes, en acantilados o en basureros. En la visión del grupo, la ciencia forense no puede reducirse a la mecánica del cuerpo; debe también recuperar la historia invisible que cada cadáver lleva consigo: “¿Quiénes fueron en vida, cómo llegaron hasta ahí?”

El conflicto ético se complejiza cuando se revela el trasfondo emocional entre la Líder y Morosov. Ella, alguna vez su alumna predilecta, lo ha visto transformarse con los años: de un profesor apasionado por la humanización de la ciencia a un hombre vanidoso, rígido y distante. Esa fractura entre las formas de entender la medicina legal —una fundada en el riesgo, la compasión y el error como método de conocimiento, otra aferrada a la autoridad y el espectáculo académico— da lugar a una tensión que atraviesa toda la novela.

Uno de los momentos más potentes ocurre cuando el Príncipe se convierte en el primer voluntario en conectarse a ced. La escena está narrada con una mezcla de precisión técnica y mística visceral: la transferencia de energía, los sensores, el ectoplasma que induce una especie de criogenia cerebral, la expectativa de que algo —lo que sea— ocurra. Cuando finalmente se establece la sinapsis, el cuerpo del Príncipe reacciona con violencia: frío extremo, sabor metálico, dolor en los pies, náuseas, vómito, espasmos. Lo que él describe no es una visión difusa ni un sueño: es la muerte de Prokop, el cadáver al que está conectado. Y es tan física que parece imposible que provenga de un cuerpo en descomposición. Esta escena, una de las más estremecedoras, confirma la intuición de Reyes Retana: no hay mayor misterio en la vida que la muerte misma, y abrir esa puerta implica romper algo del otro lado.

Uno de los grandes aciertos de la novela es la construcción coral de sus personajes. Máquina, con su humor ácido; Cables, con su inteligencia tímida y su amor silencioso hacia el Príncipe; la Líder, con su mezcla de disciplina férrea y fragilidad profunda; el Príncipe, magnético y temerario. Son jóvenes brillantes, contradictorios, arrogantes, vulnerables: justo lo que cabe esperar de estudiantes que se sienten destinados a cambiar el mundo. A través de ellos la novela explora la amistad, la ambición, la culpa, el deseo y la forma en que el conocimiento puede convertirse en una fuerza devastadora.

Reyes Retana escribe con una prosa afilada y envolvente, que oscila entre lo clínico y lo poético. La morgue, lejos de ser un mero escenario, funciona como un organismo vivo. Las descripciones corporales —esternones que parecen arañas, uñas quebradas, pieles decoloradas— tienen un pulso casi literario, como si cada cadáver fuera un texto por descifrar.

Mortis Causa es una novela sobre los límites: entre vida y muerte, ciencia y fe, rigor y delirio, juventud e inminencia del fracaso. Pero, sobre todo, es una novela sobre la necesidad de mirar de frente aquello que la sociedad prefiere ignorar: los cuerpos que nadie reclama, las historias que se pierden, la responsabilidad de quienes se dedican a darles voz incluso cuando ya no respiran.

Con un pulso narrativo que combina tensión, humor negro, mística científica y reflexión ética, Reyes Retana entrega una obra original y perturbadora, que desafía tanto al lector como a los propios personajes a preguntarse qué significa realmente justicia para los muertos.