Lunas de Estambul: una sinfonía de exilios, recetas y memorias
Hay novelas que no sólo se leen: se huelen, se saborean, se escuchan entre susurros que cruzan océanos. Lunas de Estambul (Planeta), de Sophie Goldberg, es una de ellas. Y en su Edición Aniversario, este libro se convierte en un acto de celebración y memoria, una ofrenda narrativa a todas las mujeres que partieron dejando atrás un mundo entero, con la esperanza de construir otro sin dejar de ser ellas mismas.
La historia de Ventura Eskenazi comienza en Estambul, pero pronto se convierte en una travesía íntima hacia lo desconocido. Ventura viaja a México para casarse con un hombre al que apenas conoce, llevando consigo un baúl de madera lleno de telas, aromas y recuerdos, pero también una identidad cosida a retazos de fe, lengua ladina y tradición. Ese baúl no es sólo un objeto: es un símbolo. Lo que guarda adentro —y lo que carga sin saberlo— es el legado de una diáspora, una historia de mujeres que supieron reinventarse sin perderse.
Goldberg escribe con una sensibilidad que desborda las páginas. Su prosa es delicada, casi ceremonial, y cada capítulo se lee como si fuera una plegaria cotidiana, una receta heredada, una conversación entre generaciones. Ventura no es una heroína grandilocuente: es fuerte porque resiste, porque duda, porque ama desde la contradicción. Su historia atraviesa las épocas y nos recuerda que migrar no es sólo cambiar de país: es aprender a habitar otra lengua, otro cuerpo, otro ritmo del corazón.
La Edición Aniversario no sólo rescata la novela original, sino que la expande con un prólogo escrito por la autora, un recetario sefardí —lleno de especias, dulces y secretos familiares— y un anexo que narra el contexto histórico de la migración sefardí a México. Todo en este libro está tejido con afecto y precisión. El resultado es un objeto literario que también es memoria viva, un puente entre culturas, una carta de amor a los ancestros y a los nuevos comienzos.
Lunas de Estambul es también una novela sobre la cocina como refugio, como territorio de pertenencia. Entre cucharones y comales, Ventura descubre que el acto de cocinar puede ser un conjuro contra el olvido. La comida no es un mero aderezo en la historia: es el lenguaje con el que las mujeres como ella traducen el exilio y lo transforman en hogar.
Años después, será la nieta de Ventura quien retome su historia, y lo que parecía un viaje individual se convierte en un ciclo que no se cierra, sino que se expande. En su voz, la novela se renueva y encuentra su eco contemporáneo. Es en esa transmisión oral, en ese legado contado al calor de una cocina o a la sombra de una luna, donde Sophie Goldberg encuentra su fuerza: en narrar lo que parecía pequeño, y hacerlo inmenso.
La reedición de Lunas de Estambul llega en un momento en que volver al pasado ya no es un gesto nostálgico, sino una necesidad política y espiritual. En tiempos de fronteras, de desplazamientos y de búsquedas de identidad, esta novela nos recuerda que todo exilio merece ser contado con ternura, y toda historia puede ser un mapa de regreso.
Leerla hoy es como abrir un baúl antiguo y encontrar dentro no sólo objetos, sino preguntas, perfumes, lunas. Y una certeza suave, pero firme: lo que somos también lo fuimos en otras lenguas, en otras tierras, bajo otras estrellas.
Fotografía: Reyna Perla
Fotografía: Marian Bliss Blake
