Lord Byron, Boatswain y Lyon
Chismecito Literario
Por Magali T. Ortega @nenamounstro
La figura y genio de este chico malo de la literatura siempre fue más que complicada. Gozoso de la vida, Byron se excedía en todo: desde el amor hasta el sexo hasta el alcohol, pero, sobre todo, se excedió en el amor y cuidado por sus animales.
Para alguien que vivía en una mansión, como el escritor inglés, era fácil tener un cuasi zoológico. Caballos, monos, pericos, pavorreales, cocodrilos, osos, zorros, lobos domesticados y perros se podían ver en los jardines de la Abadía de Newstead, que, por cierto, estaba muy cerca de los bosques de Sherwood ―sí, los de Robin Hood.
Dos de sus perros más famosos fueron Boatswain y Lyon, ambos Terranova landseer. A uno lo enterró y el otro lo enterró a él. Boatswain llegó de cachorro y Byron lo adoró. Lo llevaba a todos lados, incluso lo hizo su compañero de pupitre cuando asistía al Trinity College ―el mismo donde también estudiaron Oscar Wilde y Bram Stoker―. Pero un día le prohibieron el paso. Indignadísimo dijo: “¡Ah, sí! Pues a ver si me prohíben pasar con mi oso”. Y ni modo, el reglamento no decía nada de esos “compañeros” de clase, así que por el campus se podía ver a Byron caminando con su oso domesticado siendo el centro de atención, justo como a él le gustaba.
Un día, Boatswain se contagió de rabia. Byron durmió a su lado noche y día, las lágrimas y la desesperación por ver a su mejor amigo sufriendo hicieron que no se separara de él ni un minuto. Con sus manos le ofrecía la comida, tiernamente limpiaba la baba de su hocico; abrazaba y acariciaba a Boatswain para hacerle saber que él estaba ahí y no lo iba a dejar solo. Entre convulsiones, el perro murió como deberían morir todos los perros: al lado de su cuidador-amigo y entre sus brazos.
Le dio la noticia a un amigo diciendo: “Lo he perdido todo excepto al viejo Murray” (Murray era su editor).
Devastado y con media vida colgando, Byron mandó hacer un mausoleo enorme dentro de los jardines de la Abadía de Newstead que se conserva hasta el día de hoy. Abajo descansa el cuerpo de Boatswain y en su lápida se puede leer el poema que le dedicó:
Epitaph to a Dog
Near this spot / Are deposited the Remains / Of one / Who possessed Beauty / Without Vanity, / Strength without Insolence, / Courage without Ferocity, / And all the Virtues of Man / Without his Vices.
The Praise, which would be unmeaning flattery / If inscribed over Human Ashes, / Is but a just tribute to the Memory of / “Boatswain,” a Dog / Who was born at Newfoundland, / May, 1803, / And died in Newstead Abbey, / Nov. 18th, 1808.
When some proud son of man returns to earth, / Unknown by glory, but upheld by birth, / The sculptor’s art exhausts the pomp of woe, / And storied urns record who rests below. / When all is done, upon the tomb is seen, / Not what he was, but what he should have been. / But the poor dog, in life the firmest friend, / The first to welcome, foremost to defend, / Whose honest heart is still his master’s own, / Who labours, fights, lives, breathes for him alone, / Unhonoured falls, unnoticed all his worth, / Denied in heaven the soul he held on earth — / While man, vain insect! hopes to be forgiven, / And claims himself a sole exclusive heaven.
Oh man! thou feeble tenant of an hour, / Debased by slavery, or corrupt by power — / Who knows thee well must quit thee with disgust, / Degraded mass of animated dust! / Thy love is lust, thy friendship all a cheat, / Thy smiles hypocrisy, thy words deceit! / By nature vile, ennoble but by name, / Each kindred brute might bid thee blush for shame. / Ye, who perchance behold this simple urn, / Pass on — it honors none you wish to mourn. / To mark a friend’s remains these stones arise; / I never knew but one — and here he lies.
Poco después, llegó Lyon a su vida y con él emprendió la desgraciada aventura griega en la que Byron perdió la vida. Lyon regresó caminando con sus cuatro patas, mientras que el poeta, su mejor amigo, lo hizo dentro de un ataúd.
Dos siglos después, el mausoleo de Boatswain sigue en pie y recibe mantenimiento periódico. Su collar está intacto, y el amor y la devoción que Byron le tuvo a él y a sus otros animales, también. “Un hombre no estaba completo sin un perro, y un perro apenas estaba completo sin un hombre”.+
Magali Ortega: publicista, escritora y fan de la cultura pop, como su pecho no es bodega, por eso la divulga.