Lo de hoy: Tolstói vuelve a encender sus páginas
Nacido en la finca de Yásnaia Poliana, Tolstói heredó un linaje aristocrático, pero su espíritu, indómito desde temprano, no tardó en rebelarse contra los muros dorados que le rodeaban. Políglota, inquieto, movedizo, se abrió camino entre idiomas, batallas y bibliotecas hasta descubrir que la vida verdadera no estaba en los salones, sino en la tierra, en la gente, en el dolor que se comparte.
Viajó, combatió, dudó. La guerra de Crimea lo marcó con fuego, y de esa herida nacieron sus “Relatos de Sebastopol”, un espejo crudo de la violencia humana. Pero entre 1865 y 1877 el mundo fue testigo de su grandeza más luminosa: “Guerra y paz” y “Ana Karenina”, dos universos que respiran, palpitan, cambian, lloran, aman. En esas obras, Tolstói sembró preguntas que siguen vivas: ¿quiénes somos cuando la historia nos arrastra?, ¿qué libertad queda cuando el corazón se desborda?, ¿cómo se sostiene la moral en un mundo inclinado hacia la injusticia?
Su búsqueda espiritual (tormentosa, honesta, radical) quedó desnuda en “Una confesión”, donde admite el vacío que lo acechaba y el despertar que lo transformó. A partir de entonces, abrazó la “no violencia activa”, defendió la igualdad, el trabajo de las manos, la vida austera. Su pensamiento cruzó fronteras y tiempos: llegó a Gandhi, inspiró a Martin Luther King, se volvió semilla de resistencia.
Rechazó lujos, disputó contra su propia sombra, cuestionó sus primeras obras, fundó escuelas, enseñó a campesinos, buscó vivir como creía correcto. Su muerte, en una estación ferroviaria, lejos de casa, parece escrita por él mismo: un gesto de ruptura, de huida, de búsqueda hasta el último aliento.
Hoy, mientras libros como “Guerra y paz”, “Ana Karenina”, “La felicidad conyugal”, “El diablo”, “Resurrección”, “La muerte de Iván Ilich” y muchos más, siguen esperando manos nuevas , Tolstói permanece vivo no solo en sus palabras, sino en ese impulso íntimo que sentimos al leerlo: la necesidad de mirar el mundo con más valentía, más compasión, más verdad.
Porque leer a Tolstói es, todavía, caminar hacia esa luz inquieta que se esconde entre sus páginas. Y cada vez que lo abrimos, vuelve a nacer.
Por eso esta entrega de la sección “Lo de hoy” está dirigida a él: a Tolstói, cuya obra sigue interrogándonos y encendiéndonos más allá del tiempo.



