“El niño que fui, el adulto que elijo ser”: sanar las heridas de la infancia para elegir la vida adulta
No todas las cicatrices se ven. Muchas nacen en la infancia, en gestos, silencios o heridas emocionales que los padres, casi siempre sin intención, dejaron en sus hijos. A veces esas marcas se convierten en culpas y resentimientos que persisten en la vida adulta. La psicóloga clínica María Alejandra Ruiz aborda este dilema en “El niño que fui, el adulto que elijo ser” (Grijalbo, 2025), un libro que propone un camino de autoconocimiento y transformación para reconciliarnos con nuestro pasado y construir una vida más plena.
La infancia como punto de partida
Formada en Estados Unidos y con experiencia en escenarios tan exigentes como prisiones de máxima seguridad, la doctora Ruiz plantea que sanar al niño interior no es un ejercicio de nostalgia, sino un acto de liberación. El libro parte de una premisa poderosa: aunque las circunstancias del ayer no puedan cambiarse, sí es posible resignificar lo vivido y aprender a gestionar las emociones que derivan de aquellas experiencias.
Un manual práctico y humano
Lejos de fórmulas rígidas, la autora ofrece estrategias concretas para enfrentar la vida cotidiana: reconocer las heridas emocionales, identificar estilos de apego, aprender a establecer límites frente a relaciones tóxicas, y reconstruir una imagen más sana de uno mismo. Todo ello con un lenguaje cercano, que evita la jerga técnica sin perder profundidad.
Del consultorio a la vida pública
Con más de un millón de seguidores en redes sociales, Ruiz ha logrado tender un puente entre la clínica y la divulgación. Su experiencia se refleja en un texto que combina rigor terapéutico con empatía, pensado tanto para quienes enfrentan traumas dolorosos como para quienes buscan fortalecer su inteligencia emocional y sus vínculos afectivos.
Sanar como elección
En sus páginas late una idea central: no estamos condenados a repetir la historia emocional que heredamos. La adultez, recuerda Ruiz, es también un espacio de elección. De ahí el título: ser el adulto que decidimos, y no solo el resultado del niño que fuimos.
