Billy, el monstruo comecalcetines: cuando el miedo aprende a acompañar
El miedo infantil suele habitar en los márgenes de la casa: debajo de la cama, en el silencio del pasillo, en la luz que se apaga demasiado pronto. Ahí se instala Billy, el monstruo comecalcetines (Alfaguara, 2025), el libro de Arely Oliva que propone una idea poco común en la literatura infantil: no erradicar el miedo, sino aprender a convivir con él.
Docente, promotora de lectura y madre de tres hijos, Oliva construye esta historia desde una experiencia compartida por muchas familias: el temor a la oscuridad. Lejos de presentar al monstruo como una amenaza, lo convierte en un aliado improbable, una figura que acompaña y protege. Billy no asusta; escucha, juega y aparece cuando el miedo necesita ser nombrado.
La historia sigue a Leo, un niño que comienza a escuchar ruidos bajo su cama cuando se apaga la luz. Lo que podría derivar en una escena clásica de terror se transforma en un aprendizaje guiado por la hermandad: es su hermano mayor quien le explica que debajo de la cama vive Billy, un monstruo peculiar que se alimenta de calcetines perdidos y que no llega para hacer daño, sino para ayudar a atravesar la noche.
En ese gesto narrativo se concentra uno de los ejes del libro: la importancia del acompañamiento. No solo el de los adultos, sino también el de los hermanos mayores, que ya han transitado esos mismos miedos y pueden tender un puente de confianza. El miedo deja de ser una experiencia solitaria y se vuelve compartida.
Billy es amable, curioso, travieso. Su presencia resignifica el espacio oscuro y lo transforma en un territorio de imaginación. Debajo de la cama ya no hay amenaza, sino posibilidad. La historia propone que aceptar el miedo es el primer paso para entenderlo y que reconocerlo permite avanzar sin negarlo.
El libro también dialoga con una dimensión educativa clara. Oliva, con formación pedagógica, incorpora al final una serie de actividades lúdicas que amplían la experiencia de lectura: juegos de memoria, laberintos, ejercicios creativos, espacios para dibujar deseos y escribir temores. Esta segunda parte funciona como una extensión del relato, donde los niños pueden identificar lo que sienten y expresarlo de manera tangible.
La apuesta es clara: fomentar la imaginación como herramienta de autoconocimiento y fortalecer la confianza personal desde edades tempranas. En un contexto marcado por la hiperconectividad, el libro recupera dinámicas tradicionales de juego y creación manual, invitando a los niños a interactuar con el libro más allá de la lectura pasiva.
Billy también funciona como un amigo imaginario, figura ampliamente reconocida por la psicología infantil como un recurso saludable para procesar emociones complejas. En ese sentido, el monstruo comecalcetines no solo explica el misterio doméstico de las prendas desaparecidas, sino que encarna una estrategia emocional: transformar aquello que asusta en algo que acompaña.
Billy, el monstruo comecalcetines no ofrece respuestas simplistas ni moralejas evidentes. Propone, en cambio, una convivencia honesta con el miedo, una pedagogía de la empatía y la valentía cotidiana. Leer esta historia es abrir una conversación necesaria: tener miedo está bien; aprender a caminar con él, también.
