Un clásico que respira de nuevo: la visión ilustrada de Antonio Lorente
En un mundo saturado de imágenes rápidas y lecturas fugaces, ilustrar un clásico universal parece un gesto casi a contracorriente. Más aún cuando se trata de El Principito, la obra de Antoine de Saint-Exupéry que, desde su publicación en 1943, se ha convertido en un refugio sentimental para generaciones enteras. En su nueva edición ilustrada por Edelvives, el encargado de devolverlo al centro de la mirada es el español Antonio Lorente, un artista que ha hecho de la sensibilidad y la expresividad su sello personal.
Nacido en Almería en 1987 y formado en Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia, Lorente ha conquistado un espacio propio dentro de la ilustración contemporánea. Sus retratos —de un realismo delicado, casi cinematográfico— le han valido exposiciones en Roma, Londres y su ciudad natal. En el ámbito editorial se ha convertido en una figura imprescindible: Peter Pan, Ana la de Tejas Verdes, Tom Sawyer, Mujercitas, Carmilla o Grandes amores llevan su huella, una mezcla reconocible de técnica académica, atmósfera emocional y sutileza narrativa.
El Principito supone, sin embargo, un punto aparte. No se trata solo de ilustrar un libro; se trata de dialogar con uno de los imaginarios visuales más arraigados del siglo XX. Los dibujos originales de Saint-Exupéry, de trazo ingenuo y casi infantil, forman parte del propio texto: son recuerdo, infancia, fragilidad. Alterarlos implica asumir un riesgo. Reinterpretarlos, encontrar un equilibrio difícil entre respeto y renovación.
La propuesta de Lorente no busca imitar ni corregir: se instala en otro registro. Su Principito es un niño profundamente humano, de ojos que parecen sostener el peso silencioso de sus preguntas. La paleta cálida, los matices dorados y verdes, y el uso de sombras suaves construyen una atmósfera íntima, más cercana al retrato emocional que a la ilustración narrativa. Las imágenes no traducen literalmente el texto; lo amplifican. Allí donde el libro habla de soledad, Lorente muestra distancia; donde hay curiosidad, ilumina; donde la fábula se asoma a la filosofía, introduce un hálito poético que no compite, sino que acompaña.
La edición, cuidada hasta el detalle, invita a detenerse en cada página. Los planetas, el desierto, la rosa bajo su cúpula de cristal, el asteroide convertido en un pequeño hogar suspendido: cada escena parece pensada para que el lector recupere el gesto contemplativo que la vida adulta suele desgastar. El resultado dialoga con el corazón del libro: recordar que “lo esencial es invisible a los ojos”, pero que ciertas imágenes, cuando están bien hechas, ayudan a mirar mejor.
En tiempos en los que los clásicos suelen reempaquetarse sin demasiado riesgo, el trabajo de Lorente devuelve a El Principito su cualidad de descubrimiento. No es una edición para sustituir a la original, sino para convivir con ella, para abrir una nueva puerta a quienes lo leen por primera vez y a quienes regresan buscando un destello distinto. Su Principito no es el del pasado, pero tampoco pretende serlo. Es un niño nuevo que conserva la verdad del primero: la capacidad de mirar el mundo con una mezcla de inocencia y lucidez que los adultos, casi siempre, hemos olvidado.
Como parte de su visita a México, Antonio Lorente firmará ejemplares de esta edición el día de mañana, 27 de noviembre, a las 16:00 horas en la sucursal Lomas de Librerías Gandhi.
La ocasión es una invitación abierta para lectores, coleccionistas y amantes del arte que deseen conocer al creador detrás de estas imágenes que han renovado a El Principito. Una oportunidad para celebrar, en comunidad, la vigencia de un clásico y la mirada de un artista que lo ha devuelto a la vida.




