Cuando la memoria emite señales: un sonar contra el olvido.

Cuando la memoria emite señales: un sonar contra el olvido.

Sonar, de Nadia López García, es un libro que duele, respira y busca. Es, ante todo, un acto de amor y de resistencia frente al silencio que intenta devorar la memoria de Itzel, una joven víctima de la violencia en la frontera norte de México. La autora emprende una travesía íntima y desgarradora para reconstruir su historia y, al hacerlo, traza un mapa emocional y político sobre la violencia sistémica que atraviesa a las mujeres, a las infancias trabajadores, a los migrantes y a las familias rotas por generaciones de dolor no dicho.

El título “Sonar” no es casual: remite a una técnica de ecolocación que permite mapear profundidades que la vista no alcanza. Desde las primeras páginas, López García convierte este dispositivo marino en una metáfora central: para comprender el abismo de la muerte de Itzel, para enfrentar la herida abierta de su ausencia, hay que emitir sonido, hacer ruido, narrar. El silencio no sirve para sobrevivir ni para recordar. La poesía es entonces un sonar afectivo que busca, en medio de la oscuridad, detectar lo que se perdió.

A lo largo del libro, la autora retoma este concepto para explorar cómo los recuerdos funcionan como remolinos: cómo lo frío, lo doloroso y lo traumático tienden a unirse y a desplazarse juntos; cómo los recuerdos felices corren el riesgo de empantanarse en la sal de la tristeza. Cada sección del libro intenta recuperar fragmentos de una memoria que la violencia ha dispersado y ocultado. No es una reconstrucción lineal, sino un mapa emocional que se va completando desde el caminar, desde el mar, desde el cuerpo.

La historia de Itzel no aparece como un caso aislado. Es parte de una cadena que atraviesa a las mujeres de la familia y de la comunidad. López García expone con un lenguaje poético, pero incisivo, la normalización de la violencia patriarcal. Las figuras de la bisabuela, la abuela y la madre aparecen como ecos de un sistema que obliga a callar, a aguantar, a sobrevivir en silencio. A través de estas voces, la autora dialoga con la crueldad que se vuelve costumbre en territorios donde el dolor es cotidiano.

El libro está atravesado por la pregunta de qué significa recordar y qué significa olvidar. López García reconoce que la memoria es frágil, que la mente se defiende de lo insoportable escondiendo fragmentos. Pero también insiste en que escribir es una forma de resistir: una manera de evitar que el dolor se convierta en estatua de sal. Por eso, “Sonar es también un homenaje a la palabra como herramienta de supervivencia, como acto político y como gesto de justicia.