Oona: la hija del drama, la esposa del genio
En Oona O’Neill (Circe, 2024, distribuida por Océano), Jane Scovell construye una biografía íntima y evocadora que rescata del olvido a una mujer cuya vida se desplegó entre la grandeza y la tragedia, como una figura atrapada en un claroscuro. Oona, hija del colosal dramaturgo Eugene O’Neill, Premio Nobel de Literatura, y de Agnes Boulton, una escritora consumida por sus propios demonios, creció en un hogar fracturado, donde la ausencia paterna y el abandono materno forjaron su carácter: un espíritu al mismo tiempo vulnerable y resiliente, como un junco que se doblega ante la tormenta pero jamás se quiebra.
Scovell traza con maestría los primeros años de Oona, una joven cuya belleza etérea y carisma magnético capturaron la atención de algunos de los mayores genios literarios de su tiempo. A los 17 años, su presencia deslumbró a Truman Capote, quien vio en ella una musa inalcanzable, y conmovió a J.D. Salinger, con quien mantuvo una relación epistolar cargada de intensidad. Pero fue a los 18 años cuando su vida dio un giro definitivo al cruzarse con Charlie Chaplin, un hombre 36 años mayor que ella, cuya genialidad cinematográfica contrastaba con una vida personal marcada por la controversia. La unión entre Oona y Chaplin, que podría haberse reducido a un cliché de amor desigual, es explorada por Scovell con una sensibilidad que trasciende los prejuicios. No hay en estas páginas una romantización fácil, sino un retrato complejo de un amor que desafió las convenciones, resistió el exilio forzado por las persecuciones políticas del macartismo y enfrentó el escrutinio de una sociedad que no siempre comprendió su vínculo.
Oona no fue solo la esposa de un genio. Fue madre de ocho hijos, un pilar silencioso que sostuvo a Chaplin en sus momentos más oscuros, desde su destierro de Estados Unidos hasta los desafíos de una carrera artística bajo constante ataque. Sin embargo, Scovell no la pinta como una figura pasiva. Oona emerges como una mujer de voluntad férrea, que eligió conscientemente su papel en la sombra, no por sumisión, sino por un amor profundo y una lealtad inquebrantable. Pero esta elección tuvo un costo. La autora no elude las grietas de su vida: la soledad que la acompañó en los márgenes del brillo de Chaplin, el peso de ser la hija de un titán y la esposa de otro, y, finalmente, la lucha contra el alcoholismo que la consumió tras la muerte de su esposo en 1977. En este descenso, Scovell encuentra humanidad, no tragedia: Oona no es víctima, sino una mujer que vivió intensamente, amó con audacia y enfrentó sus propios abismos con una dignidad silenciosa.
La prosa de Scovell es un logro en sí misma, un equilibrio entre la poesía y la precisión que acaricia al lector en un instante y lo confronta en el siguiente. Cada capítulo es un lienzo donde se entrelazan las luces de la fama y las sombras de la intimidad, revelando a Oona como una figura que trasciende las etiquetas de musa o esposa. Es, ante todo, un alma que navegó un mundo que no siempre supo verla. Esta biografía no solo ilumina su vida, sino que susurra una verdad universal: incluso en la penumbra, hay destellos de luz que resisten el olvido.
