Rosario Castellanos, cien años después: una nueva antología celebra su legado narrativo
Por: Claudia Posadas
En el contexto de las celebraciones a nivel nacional por el centenario del nacimiento de Rosario Castellanos (México, 25 de mayo de 1925 – Israel, 7 de agosto de 1974) y a cincuenta años de su fallecimiento, la Dirección de Publicaciones y Fomento Editorial de la unam ―a cargo de la escritora y editora Socorro Venegas― ha preparado una tercia de volúmenes que viene a enriquecer el diálogo en torno a la vida y obra de la autora de Balún Canán.
Se trata de la reedición de Cartas a Ricardo, que conserva las introducciones originales de Elena Poniatowska y Juan Antonio Ascencio, además de un texto inicial de la poeta Sara Uribe; La rueda del hambriento y otros cuentos, antología editada por Venegas y Andrea Fuentes, con viñetas de Jimena Estíbaliz y una bionota sobre Castellanos escrita por Uribe, y Cartas a Rosario, también ilustrada por Estíbaliz, con presentación de Rosa Beltrán.
Este despliegue editorial, con marca de la casa, aporta un enfoque inédito en la reflexión en torno a la autora; recordemos que Venegas, a través de la colección Vindictas, ha contribuido a revalorar a escritoras latinoamericanas del siglo xx que han sido invisibilizadas; asimismo, ha aportado perspectivas contemporáneas de reflexión para resituarlas en el lugar de honor que les corresponde, como es el caso de Castellanos. En ese sentido, después de treinta años, se torna necesaria esta reedición de las cartas de Rosario al que fuera su pareja sentimental, Ricardo Guerra, porque en ésta no sólo se revela el lado emotivo de Rosario, sino también su toma de conciencia como mujer y creadora.
Además, la antología ―que incluye una selección de los tres libros de cuentos de Castellanos, Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971)― es una valiosa contribución. Al privilegiarse la novelística de la autora en el discurso crítico, su cuentística ha quedado relegada, a pesar de que es un excelente puerto de partida para leerla.
Por último, la edición de Cartas a Rosario, disponible en acceso abierto (librosoa.unam.mx), está conformada por cartas de la comunidad universitaria reunidas mediante un concurso. El volumen incluye tres cartas ganadoras y veinte seleccionadas. Cabe señalar que estos dos últimos títulos fueron editados sin fines de venta, destacando la antología de cuentos, que ha sido distribuida gratuitamente a los estudiantes de la unam en el programa Libro de Verano.
¿Cómo entran estas ediciones a la conversación crítica en torno a la obra de Castellanos?
Considerando que es una presencia muy viva, pensamos cómo podríamos contribuir más allá de los espacios académicos y de conocimiento de su obra para buscar comunidades de lectura más amplias, así que comenzamos con nuestra colección Vindictas, en la que hemos publicado memorias, incluyendo diarios y correspondencia. Es ahí donde, en 2024, cuando se cumplieron los 50 años de su muerte, reeditamos Cartas a Ricardo, ya que nos pareció una forma muy interesante de abrir el itinerario de lectura y relectura porque dichas cartas implican una trayectoria de formación. También consideramos relevante saber cómo dialogarían con ella otras generaciones, así que convocamos a estudiantes de la unam de secundaria, preparatoria y posgrado para que le escribieran. Me parece un acto de justicia poética mirarla ya no como la autora de esa correspondencia, sino como alguien que recibe cartas, incluso de amor. Por último, la recopilación de sus historias tiene la esencia de Vindictas, en el sentido de rescatar un género, que es el cuento, y en este caso, analizar los hallazgos que hay. Castellanos es conocida por sus novelas, su poesía, su ensayo. Pero como siempre pasa con el género, el cuento queda a la saga. Así que preparamos una selección para nuevos lectores, en la que pudieran entrar en este otro hilo, quienes sólo han leído los demás géneros. Hay otras editoriales que también están reeditando y rescatando la figura y obra de Rosario, y eso me alegra porque creemos que desde distintos espacios podemos transmitir mejor su valor.
En estos cuentos destaca la impactante vigencia de su obra. ¿Cómo nos interpela la manera en que aborda estos temas de la racialización y colonización de los seres, la condición humana y el género?
Me sorprendió encontrar historias de una vigencia absoluta en las que reflexiona sobre dos temas que, considero, han marcado la historia de México y que se han vuelto sensibles. Uno de ellos es la condición de la mujer. Ya se preguntaba por qué tendría que parecernos natural que nuestro rol fuera el hogar, pero que los espacios profesionales nos estuvieran cerrados. Ella lo cuestionó, fue pionera. El otro tema es su mirada a la situación de las comunidades originarias. Ella creció en Comitán, Chiapas, donde prevalecen usos y costumbres que a veces pueden ser prácticas que revelan desigualdades y prejuicios hacia los pueblos originarios. Sus cuentos siguen teniendo frescura, pero sobre todo una mirada muy inteligente. No hay un enfoque condescendiente ni de juicio hacia situaciones y personajes, no busca proteger o romantizar. Tampoco pretende hacer un discurso de buenos y malos, de blancos y mestizos. Lo que busca es un acercamiento literario, a través del corazón humano. Pienso en Ciudad Real, que dialoga con la mejor historia mexicana y latinoamericana, donde hay hallazgos impresionantes. Son historias muy poderosas que muestran este corazón: en esa devaluación en la que a veces vemos a los pueblos originarios, de repente hay un giro que nos permite ver que, en su indefensión, también hay malicia, es decir, se nos muestra la complejidad del alma humana. Creo que por eso hablamos de una visión universal.
Justamente, en Ciudad Real destaca esta vulnerabilidad, producto de esta colonización introyectada, donde los pueblos están condenados a no tener identidad ni opciones. Es una indefensión muy de fondo. Castellanos lo refleja muy bien, pensemos en el cuento “Aceite guapo”. ¿Cómo consideras esta estrategia?
Hay que subrayar esa mirada crítica hacia desigualdades e injusticias que ella tenía, pero que no era lo primordial. A partir de ello, cimenta historias desde una mirada aguda, honesta y auténtica, como la de “Aceite…” que es una de mis favoritas y que, junto con otras, nos van desvelando aspectos, como si fueran capas de cebolla, de una realidad que a menudo se juzga de manera apresurada. Podría haber hecho una historia donde se mostrara que en ese sur había un idioma dominante, el español, y que los que lo hablaban, que eran los blancos, iban a tener el control. En lugar de eso, nos muestra a través de un personaje cómo, desde su necesidad de comunicarse, recurre, bajo un engaño, a una cierta magia, a una sustancia que supuestamente lo iba a hacer hablar español. Y a través de esta necesidad profunda, estamos frente a alguien que sabemos que va a fracasar; la forma en que se resuelve esta historia no nos decepciona. Y es en Ciudad Real (hoy San Cristóbal de las Casas) que puede ser considerado como otro personaje, el lugar donde se tejen estas tragedias, con una sutileza extraordinaria.
Para Los convidados… se seleccionaron dos relatos, donde ya vemos el tema de género y, quizás, el inicio del ser escritora. ¿Cuáles fueron los criterios electivos?
Es interesante ver la evolución de Castellanos. De esas primeras historias donde todo sucede en paisajes áridos o en pueblos remotos, pasamos a otros espacios más urbanos y a otro tipo de personajes en donde, tal vez, en la voz de la protagonista del cuento, “Las amistades efímeras”, ya hay algo del germen de la escritora. En el segundo, “Vals capricho”, vemos esta pluma juguetona, incisiva, provocadora de Rosario. Permítanme leer el comienzo: “La palabra señorita es un título honroso… hasta cierta edad”. Eso ya nos da el tono del cuento, de lo que significaba no estar casada en esa sociedad que diseñaba los destinos de las mujeres. Y quizá veamos algo de su preocupación como dramaturga porque hay un trabajo muy fino con los diálogos. Entonces, observamos un desplazamiento estilístico. No está escribiendo el mismo libro.
En Álbum de familia ya profundiza en la alienación de la mujer y el hombre. Por otro lado, en el cuento “Lección de cocina”, estamos ante la cocina de la conciencia de la escritora y de la mujer. Asimismo, vemos más esa mirada cuestionadora que nos inquieta. ¿Cómo se dio este álbum?
Ciertos argumentos se agudizan. Esa precisión y esa disposición a la mirada incisiva, también se hace más clara. Es interesante, además, que la cocina, ese espacio donde parecería que las mujeres pertenecen, es un espacio de filosofía. También me gusta mucho la última historia, “Cabecita Blanca”, que nos muestra a una madre, ya mayor, que observa a sus hijos y que es capaz de describirlos, pero se guarda para sí la verdad de quiénes son. Es una historia que viene con toda la carga de cómo, en esa sociedad, la homosexualidad tiene que ocultarse. En general, hay una visión de una época, aunque no podemos decir que hayamos trascendido ciertas actitudes. Y aunque en estas historias hay un juego irónico, hay un componente doloroso que nos persigue.
Cartas a Ricardo es importante porque, además de mostrar ese lado vulnerable de Rosario, vemos su proceso de toma de conciencia como creadora y mujer ya como tal, y nos permite adentrarnos en la raíz de su pensamiento. ¿Cómo releerlo?
Considero que ese punto de vista puede ser una de las claves de lectura, porque nos fijamos en la escritora, en la evolución de su obra. Rosa Beltrán dice que Cartas… se puede leer como una novela de iniciación, una de esas Bildungsroman. Por otra parte, también está la urgencia de alguien que ama y que quiere comunicarse. Cuando se publicó la primera edición, supe que hubo lecturas que la juzgaron, pero ahora la revisión nos permite entenderla en su verdadera dimensión vital, literaria e intelectual. Ha sido muy generoso Gabriel Guerra, su hijo, al permitir que los lectores accedan al mejor conocimiento de la vida, obra y, diría, el corazón de la autora.+
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