Retrato de Dano

Es probable, como dice Sergio González Rodríguez, que con una buena adaptación de por medio toda historia o novela, incluyendo los relatos más abstractos de Samuel Beckett, pueda convertirse en novela gráfica, contarse en dibujillos de cuadro tras cuadro. Es seguro, sin embargo, que "El artista adolescente que confundía el mundo con un cómic" sea una novela —en el más amplio y vago sentido de la palabra— concebida expresamente para ser trasladada al “arte de las figuritas y las onomatopeyas”, pues se trata de “la puesta verbal de muchas posibilidades gráficas”. En efecto, en la nueva novela de González Rodríguez, uno de nuestros escritores más originales, lúcidos y versátiles, la historia de Dano, el joven que confundía el mundo con una historieta, contada por un librero de viejo que se convierte por necesidad en un improvisado profesor de filosofía, descansa en una serie de recursos que se alejan de lo testimonial y se aproximan a lo simbólico, a lo fílmico. Novela de aventuras e ideas al mismo tiempo, se trata también de una actualización del quijotismo, de una obra que narra no lo que es sino lo que parece ser. Así lo dice el librero desde las primeras páginas: “Esta historia, que es la de Dano y sus derivaciones erráticas, debería comenzar con una complicada evocación de la rapidez y las múltiples lenguas, de los rostros divergentes inmersos en su placer impersonal, o de las reflexiones que sacian los intereses de los historiadores (mera vocación funeraria). Pero la de Dano es una historia que poco tiene que ver con las piedras, los monumentos y los documentos.”

Retratado escrupulosamente por el librero filósofo, Dano es un joven que emite un aire de dignidad fuera de lo común, un individuo que se distingue del resto quizá porque no se encuentra del todo en este mundo o porque cada cosa que hace, a pesar de estar situada en una realidad verosímil susceptible de ser descrita por un narrador, se encamina hacia su propio delirio, alimenta un irreprimible deseo de venganza, flor y espejo de todo cómic que se respete. Dano es un personaje —así lo ve incluso el librero que lo considera, hasta cierto punto, un invento suyo, una marioneta capaz de ser dirigida a la distancia— siempre afecto no a la deformación de la realidad más inmediata —descrita por el propio librero— sino a la invención de una realidad paralela (para el librero) pero preeminente (para el propio Dano), cifrada en una imaginación exacerbada que, sin embargo, no se agota en el simple artificio. Dano vive y muere en el cómic porque lo escribe y dibuja cada día con sus acciones. No hay instante en el que no tenga presentes sus estructuras y esquemas. Los pequeños cuentos que abren cada uno de los capítulos en los que está divida la novela no son más que ensayos, tentativas, bocetos destinados a convertirse en páginas de una flamante historieta. Como el Stephen Dedalus de Joyce, Dano es un artista incipiente que, al tiempo que se prepara entrenando karate con Sam, cree que el cómic “es un arte integral y superior a la literatura”. Por eso dice González Rodríguez que El artista adolescente que confundía el mundo con un cómic es una novela no sólo de aventuras sino también de ideas, como la de Joyce. Ideas de vario linaje y sobre temas diversos que el librero filósofo, complemento teórico del propio Dano, entregado siempre a la acción, expresa de manera contundente. Dice, por ejemplo: “No me gusta el baile porque es una entrega incondicional a los vínculos emotivos. Primaria, descerebrada, abierta. Así debió de ser siempre cuando los pueblos conquistadores recibían los tributos de los conquistados. Los antecedían mujeres sonrientes que danzaban ante los primeros.” O también: “Las intuiciones femeninas, a mi juicio, son sólo prejuicios transmitidos de madres a hijas, por eso son tan persistentes entre las mujeres, por eso atinan en ocasiones. En general me parecen cosas obvias que dependen del chantaje sentimental para hacerse realidad.”

En "El artista adolescente que confundía el mundo con un cómic" Sergio González Rodríguez nos presenta, pues, una cara distinta de la novela, género que hace mucho dejó de serlo para convertirse en un perpetuo laboratorio de experimentación literaria. Con un estilo trepidante y luminoso como sólo es posible hallar en un narrador experimentado al que no sólo le interesa contar una historia sino teorizar sobre ella, González Rodríguez nos ofrece un nuevo artefacto narrativo en el que el juego de espejos que caracteriza a la literatura se evidencia más que nunca. Mientras Dano maquina historietas y las va armando, cuadro tras cuadro, con sus propias acciones, el librero de viejo que cuenta su historia se convierte en su primer y más entusiasta lector, en su seguidor, en su fan, y el propio lector, a su vez, atestigua la confección de una historieta, las aventuras que se incluyen en ella, el relato de la vida de su autor, las reflexiones de quien la cuenta y la pericia con la que el propio González Rodríguez le va dando forma a una obra completamente alejada de lo convencional.

Sergio González Rodríguez: "El artista adolescente que confundía el mundo con un cómic". México, Mondadori, 2013, 188 pp.

Por: Lobsang Castañeda

Imagen: Portada del libro "El artista adolescente que confundía el mundo con un cómic", de Sergio González Rodríguez.
Mascultura 18-Dic-13