Cuando los escritores se juntan: los grupos literarios que hicieron historia
28 de septiembre de 2023 (actualizada 17 de septiembre 2025)
La literatura no siempre nace en soledad. A lo largo de la historia, algunos de los grandes movimientos y obras han surgido en cafés, casas privadas, bares clandestinos o librerías, donde escritores y artistas se reunían para compartir lecturas, discutir ideas y alimentar sus propias obsesiones. En esos espacios se forjaron amistades, rivalidades y complicidades que terminaron dejando huella en la cultura universal.
Estos grupos literarios no solo intercambiaban páginas y manuscritos: crearon una forma de vida común. Allí se mezclaban sensibilidad, creatividad, política, filosofía y, a menudo, largas noches de conversación regadas con alcohol. Repasamos algunos de los colectivos más célebres que marcaron época.
El círculo de Bloomsbury
Entre 1907 y 1930, en el barrio londinense de Bloomsbury, se reunían Virginia Woolf, el economista John Maynard Keynes, E. M. Forster, Vanessa Bell y Duncan Grant, entre otros. A ellos se sumaban figuras como Bertrand Russell o T. S. Eliot. Más que un grupo literario, era una forma de entender la vida: según Woolf, buscaban una visión de existencia “nada corrupta”, que defendieron durante más de dos décadas.
Stratford-on-Odéon
En el París de 1920, la librería Shakespeare & Company fue epicentro de un círculo irrepetible: Ernest Hemingway, James Joyce, F. Scott Fitzgerald, Ezra Pound y Gertrude Stein compartían lecturas y copas en la orilla izquierda del Sena. Sus discusiones, plagadas de alcohol y genialidad, inspiraron incluso a Woody Allen en Medianoche en París.
Los mandarines
Albert Camus, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir fueron los protagonistas de este grupo parisino que, entre 1943 y 1952, dio forma al existencialismo. Entre jazz, humo y largas discusiones en cafés, rechazaban cualquier forma de control social, político o religioso. Antes de que las diferencias separaran a Camus y Sartre, los mandarines fueron el primer gran terremoto intelectual de la posguerra.
Los inklings
En la Oxford de los años 30 y 40, J. R. R. Tolkien, C. S. Lewis y Charles Williams conformaron un club más discreto, pero igualmente influyente. Entre pubs como el Eagle and Child, discutían sobre mitología, religión y literatura fantástica, sentando las bases de obras que marcarían el siglo XX.
La mesa redonda del Algonquin
En el Nueva York de los años 20, dramaturgos, periodistas y humoristas como Dorothy Parker, George Kaufman, Edna Ferber o Harpo Marx se daban cita a la hora del almuerzo en el Hotel Algonquin. Sus ingeniosas conversaciones se convirtieron en parte del folclore cultural de la ciudad y alimentaron el espíritu de una época marcada por la extravagancia y la irreverencia.
El Renacimiento de Harlem
Mientras tanto, en el Harlem neoyorquino, escritores afroamericanos como Langston Hughes, Zora Neale Hurston y Jean Toomer desafiaban los prejuicios raciales a través de la literatura. En los llamados “locos años 20”, sus reuniones dieron origen a una explosión cultural que cambió para siempre la percepción de la literatura afroamericana.
La casa de febrero
Durante la Segunda Guerra Mundial, Brooklyn fue escenario de un experimento creativo sin precedentes. En una misma casa convivieron W. H. Auden, Carson McCullers, Paul y Jane Bowles, Benjamin Britten y hasta la vedette Gypsy Rose Lee. Entre discusiones, peleas y fiestas interminables surgieron obras que hoy son clásicos.
El lado sur de Chicago y el Dil Pickle Club
Chicago también tuvo sus propios círculos. En el sur de la ciudad, en los años 30 y 40, escritores como Richard Wright o Margaret Walker utilizaron la literatura para denunciar desigualdades y dar forma al realismo social afroamericano. En paralelo, el bar clandestino Dil Pickle Club reunía a Upton Sinclair, Sherwood Anderson y Djuna Barnes en un ambiente de cabaret, creatividad y provocación, bajo el lema escrito en sus muros: “Deja tu dignidad afuera”.
Estos grupos literarios no fueron simples tertulias. Fueron laboratorios de ideas donde se cruzaron política, arte y vida cotidiana. Espacios en los que la amistad y el conflicto alimentaron obras que todavía leemos y admiramos. Porque la literatura, aunque pueda escribirse en soledad, a menudo se nutre de la chispa colectiva.