Una ciudad vacía, una sola voz: la supervivencia íntima en “Sola” de Megan E. Freeman
Cuando Maddie planea una pijamada secreta con sus mejores amigas, no imagina que ese pequeño acto de rebeldía infantil será el último vestigio de normalidad antes de que todo desaparezca. Así comienza “Sola”, la novela de Megan E. Freeman que sitúa a su joven protagonista frente a una experiencia límite: despertar en una ciudad completamente abandonada, sin adultos, sin servicios básicos y sin ninguna explicación inmediata de lo ocurrido.
La mañana siguiente a la pijamada no hay electricidad, ni señal telefónica, ni internet. Las casas están vacías, las calles en silencio. Maddie, de apenas doce años, se convierte en la única habitante visible de su pequeño pueblo en Colorado. Su única compañía es George, un rottweiler que aparece como un inesperado aliado en medio del desconcierto. Desde ese instante, “Sola” plantea una pregunta inquietante que atraviesa toda la narración: ¿cómo se sobrevive cuando el mundo, tal como se conocía, ha desaparecido?
La historia avanza siguiendo el paso del tiempo, desde los primeros días marcados por el miedo y la confusión hasta semanas y meses en los que Maddie debe aprender a valerse por sí misma. Sin nadie a quien recurrir y sin infraestructura que la sostenga, la supervivencia se convierte en un aprendizaje forzado. La protagonista debe encontrar refugio, asegurar alimento y adaptarse a una rutina completamente nueva en una ciudad fantasma que, poco a poco, deja de ser un espacio familiar.
En “Sola”, la amenaza no es solo la falta de recursos. A lo largo de los meses, Maddie enfrenta desastres naturales, animales salvajes y la posibilidad constante de encontrarse con saqueadores. Cada obstáculo pone a prueba su ingenio y su capacidad de adaptación. A partir de errores, intentos fallidos y soluciones improvisadas, la niña comienza a confiar en su propia inteligencia y creatividad para seguir adelante.
Sin embargo, el conflicto más profundo de la novela no es físico, sino emocional. La soledad se presenta como el enemigo más persistente y devastador. En ausencia de otras personas, los libros se convierten en refugio y compañía, y el vínculo con George adquiere una dimensión vital. Freeman explora con sensibilidad el impacto psicológico de estar completamente aislada, mostrando cómo la mente de Maddie oscila entre la esperanza, el miedo y la necesidad urgente de resistir.
Escrita en verso, “Sola” destaca por una narración ágil y contenida que intensifica la experiencia emocional de la protagonista. El formato refuerza el silencio del entorno y el vacío que rodea a Maddie, permitiendo que cada pensamiento y cada acción resuenen con mayor fuerza. Esta elección narrativa acompaña una historia que, aunque dirigida a lectores de nivel middle grade, aborda temas universales como la resiliencia, la autonomía y la capacidad humana para adaptarse incluso en las circunstancias más extremas.
Convirtiéndose en un bestseller del New York Times, “Sola” se inscribe en la tradición de relatos de supervivencia protagonizados por jóvenes, pero aporta una mirada propia al centrar su tensión en la experiencia íntima de la soledad. Más que una historia sobre el fin del mundo, el libro de Megan E. Freeman es un retrato de crecimiento forzado, donde una niña descubre hasta dónde puede llegar cuando no queda nadie más que ella misma.
