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Roald Dahl, el escritor que convirtió la crueldad en imaginación

Roald Dahl, el escritor que convirtió la crueldad en imaginación

Roald Dahl ocupa un lugar singular en la literatura del siglo XX: es, al mismo tiempo, un narrador feroz y profundamente empático, un autor capaz de incomodar a los adultos mientras ofrece a los niños un territorio de justicia poética. Nacido en Gales en 1916, de padres noruegos, Dahl construyó una obra que se resiste a la dulzura complaciente y que, décadas después de su publicación, sigue generando lectores apasionados y debates encendidos. Este mes fue seleccionado como autor del mes en Librerías Gandhi, por su valiosa obra y manera de hacer literatura.

Antes de convertirse en uno de los escritores más leídos del mundo, Dahl tuvo una vida marcada por la aventura y la violencia real. Fue piloto de la Real Fuerza Aérea durante la Segunda Guerra Mundial y sobrevivió a un accidente aéreo que lo dejó gravemente herido. Esa experiencia —el cuerpo en riesgo, la cercanía con la muerte, el absurdo de la autoridad— permea buena parte de su literatura, incluso la destinada al público infantil. En Dahl, la fantasía nunca está del todo separada del peligro.

Su salto a la escritura ocurrió casi por accidente, cuando empezó a narrar episodios de guerra que llamaron la atención de editores estadounidenses. Pronto demostró una habilidad extraordinaria para el cuento breve, especialmente en relatos para adultos cargados de humor negro, ironía y finales inesperados. Sin embargo, sería su obra infantil la que lo convertiría en un fenómeno global: Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda, Las brujas o El gran gigante bonachón no solo vendieron millones de ejemplares, sino que redefinieron lo que podía ser un libro para niños.

Lejos de ofrecer mundos edulcorados, Dahl pobló sus historias de adultos crueles, ridículos o abiertamente malvados: directores escolares tiránicos, padres negligentes, tías abusivas. Frente a ellos, los niños —inteligentes, sensibles, atentos— no esperan ser rescatados: se defienden, conspiran, imaginan. En ese gesto hay una ética clara. Dahl escribe desde el punto de vista del niño y le concede una inteligencia moral superior a la del adulto corrupto. La injusticia no se suaviza; se enfrenta.

Parte de la potencia de su obra radica en el lenguaje. Dahl inventó palabras, deformó sonidos, jugó con el ritmo y la musicalidad del inglés como pocos autores contemporáneos. Esa libertad verbal no es un adorno: es una invitación a pensar el mundo desde otro ángulo, a desconfiar de lo establecido y a encontrar placer en lo extraño. Sus historias pueden ser oscuras, incluso crueles, pero siempre conservan una vitalidad lúdica que las vuelve inolvidables.

Hoy, con más de 300 millones de libros vendidos y múltiples adaptaciones al cine, al teatro y a la televisión, Roald Dahl sigue siendo una figura incómoda y necesaria. Celebrarlo como autor del mes en Librerías Gandhi no es solo un homenaje a un clásico de la literatura infantil, sino una invitación a releerlo sin nostalgia: a reconocer en su obra una defensa radical de la imaginación como forma de resistencia. Porque en el universo de Dahl, imaginar no es escapar de la realidad, sino aprender a enfrentarla.