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+Lecturas: Entrevista con Berenice Andrade por Nadie recuerda su propia muerte

+Lecturas: Entrevista con Berenice Andrade por Nadie recuerda su propia muerte

Con su primera novela, Nadie recuerda su propia muerte (Penguin Random House), ganadora del Premio Mauricio Achar 2024, Berenice Andrade Medina irrumpe en la literatura mexicana con una historia donde el pensamiento mágico y la racionalidad científica conviven en permanente tensión. Desde sus primeras páginas, el libro se adentra en los límites de la herencia cultural y la lógica psiquiátrica, revelando una narrativa poderosa y profundamente arraigada en la identidad mexicana.

Entre la tradición y la ciencia

La protagonista, Gregoria, vive atrapada en un dilema existencial: las sombras de una maldición familiar que la condena desde el nacimiento y la explicación médica que traduce su angustia en diagnósticos y ansiolíticos. “No sé si estoy loca o poseída”, admite, en una frase que encapsula la disyuntiva central de la novela. Más que resolverla, Andrade la convierte en un motor narrativo, espejo de un país donde lo místico y lo racional no se excluyen, pero tampoco logran reconciliarse.

Reforma de Pineda: un territorio de memoria

Parte de la trama se desarrolla en Reforma de Pineda, el pueblo que se erige como un escenario vivo y cargado de resonancias. Allí, Gregoria regresa en busca de respuestas, oscilando entre limpias y medicación, entre la herencia de los mitos y el peso de los traumas familiares. Andrade otorga al lugar una densidad emocional que va más allá de la geografía: Reforma de Pineda es tanto un territorio real como un espacio simbólico donde el pasado insiste en hacerse presente.

Humor negro como resistencia

Frente a la oscuridad del destino y el sufrimiento psicológico, la autora despliega un humor negro que ilumina sin diluir el dolor. La ironía atraviesa la narración con filo preciso, permitiendo a Gregoria reírse de sus propias heridas y sostenerse en medio de la incertidumbre. Ese tono tragicómico, tan propio de la sensibilidad mexicana, dota a la novela de una cercanía inmediata: el dolor se vuelve humano, reconocible, incluso en su absurdo.

Un delicado equilibrio narrativo

Nadie recuerda su propia muerte —premiada por unanimidad del jurado— revela la capacidad de Andrade para sostener en tensión fuerzas irreconciliables: el poder de los rituales y la frialdad del diagnóstico médico, el legado de los ancestros y las fórmulas de la ciencia. La pregunta que atraviesa la obra resuena más allá de la ficción: ¿qué pesa más, los mitos heredados o las respuestas de la razón? Sin respuestas definitivas, la novela se perfila como un espejo de nuestras contradicciones íntimas y colectivas.