La soledad elegida: una guía para sobrevivirnos con amor
¿Y si la soledad no fuera un castigo, sino una elección? ¿Y si lejos de ser una grieta, fuera el umbral hacia una vida más plena?
Emily Atallah lo sabe bien. Durante años la soledad fue su sombra, su aliada silenciosa, su espejo más incómodo. En La soledad elegida (Ediciones Urano, 2024), convierte ese trayecto íntimo en una brújula para quienes caminan sobre el filo del aislamiento emocional. Pero lo que propone no es una receta fácil ni una huida del mundo: es un reencuentro profundo con uno mismo.
Con una voz que oscila entre la experiencia personal y la reflexión filosófica, Atallah se atreve a plantear algo revolucionario en esta época del ruido: que no toda soledad es triste, ni toda compañía es refugio.
“Me he sentido sola casi toda mi vida —escribe— aun estando rodeada de familia y amigas”.
La suya no es una teoría académica, sino una confesión con cicatrices. A través de relatos autobiográficos que atraviesan el matrimonio, la maternidad, la ruptura, el nido vacío y la pandemia, Atallah expone la soledad como un paisaje humano inevitable. Pero también como una oportunidad: una pausa vital para saborear el sentido.
La autora se apoya en la logoterapia de Viktor Frankl, la psicoterapia existencial de Irvin Yalom y hasta en el cine —Náufrago o Un hombre llamado Ove— para demostrar que estamos ante un fenómeno más profundo que la simple falta de compañía. Porque, como escribe con lucidez: “no se trata de estar solo, sino de sentirse solo”.
Atallah desarma la soledad en sus múltiples formas: la existencial, la impuesta, la reactiva y la elegida. Y como en un rito de paso, nos lleva de la tristeza al autoconocimiento, de la angustia a la plenitud. Su propuesta es clara: mirar hacia dentro y encontrar sentido incluso en lo que más duele.
Pero La soledad elegida también es una guía práctica. Cada capítulo concluye con preguntas que invitan a una introspección honesta: ¿Quién soy? ¿Qué quiero de mi vida? ¿Estoy siendo buena compañía para mí? Así, el libro no solo se lee, se conversa. Es un diálogo entre lectora y autora, entre el yo de hoy y el yo que podría ser.
Este no es un libro de autoayuda al uso. Es un manifiesto silencioso. Una bitácora para quienes se atreven a detenerse. Para quienes, al igual que Thoreau en su cabaña, entienden que la claridad nace cuando uno elige estar solo sin sentirse abandonado.
Tal vez, después de todo, la soledad no sea el enemigo. Tal vez sea el primer paso hacia una vida más consciente. Y como recuerda Atallah, “la vida es personal y una sola. No sé si habrá otras, pero sé que no será la misma”.
© José Ignacio Carrera
