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Ken Follett lleva a Stonehenge a la novela épica

Ken Follett lleva a Stonehenge a la novela épica

Ken Follett no es un hombre fácilmente impresionable. Pero incluso él reconoce que algo tienen las piedras de Stonehenge, ese enigma neolítico que aún desafía a arqueólogos y turistas. En ese escenario sitúa su nueva novela, El círculo de los días, un ambicioso fresco sobre la vida en la prehistoria que mezcla drama, violencia y el pulso narrativo de una serie épica. “Suena como un libro mío”, admitió al leer How to Build Stonehenge, del arqueólogo Mike Pitts, la chispa que lo llevó a emprender su proyecto más arriesgado.

El escritor galés, de 76 años, se ha ganado un lugar en la historia de la literatura popular gracias a sagas monumentales como Los pilares de la Tierra. Allí levantó catedrales medievales; ahora reconstruye, con igual minuciosidad, la gesta de quienes erigieron Stonehenge hace más de cuatro milenios. En sus páginas aparecen cazadores, mineros y sacerdotisas que se disputan recursos escasos y poder simbólico, en un mundo donde la aritmética básica podía equivaler a un superpoder.

Follett describe esa época con la crudeza de un realista. “La vida era dura, breve y brutal”, reconoce. Su prosa, deliberadamente simple, refleja esa austeridad: comparaciones mínimas, metáforas contadas. El resultado recuerda tanto a la estrategia de un videojuego como Civilization como al drama coral de Game of Thrones, con clanes enfrentados, alianzas frágiles y traiciones inevitables. “Quería que los lectores sintieran que la supervivencia estaba siempre en juego”, explicó en entrevista.

La novela tiene como protagonista a Seft, un minero de sílex que encarna la resistencia del hombre común, y como antagonista a Troon, un “Gran Hombre” dispuesto a someter a tribus rivales. Las sacerdotisas ejercen el poder desde lo ritual y lo matemático, mientras la violencia atraviesa las páginas: desde el pisoteo de vacas hasta la fragilidad de los recién nacidos. Follett insiste en que, aunque debió inventar más que en sus epopeyas medievales, la investigación fue igual de rigurosa: recorrió en coche las llanuras de Salisbury para imaginar cómo se movían y vivían sus personajes.

Más allá de la novela, El círculo de los días confirma el modo en que Follett concibe su oficio: como un trabajo artesanal que requiere método, revisión y la humildad de escuchar a los lectores cercanos. Antes de publicar, reparte borradores entre familiares y amigos. Si alguien confiesa aburrirse en un capítulo, lo reescribe. “Un solo lector perdido puede convertirse en medio millón”, advierte.

De su estricta infancia protestante, sin televisión ni música, pasó a convertirse en referente del best seller internacional, con más de 180 millones de libros vendidos. Hoy, con humor, se reconoce un “socialista de champán retirado” y un narrador que no deja de poner a prueba al mercado. Stonehenge, dice, no le fascinaba especialmente, hasta que comprendió su potencial narrativo. Con El círculo de los días, Follett levanta su propio monumento: una epopeya prehistórica que se suma a la larga lista de construcciones literarias que, como sus piedras, parecen destinadas a perdurar.