Hasta en las mejores familias: BRAMA, de David Miklos

Todos solemos vincular la imagen de la infancia con la de la inocencia. El aura incorruptible que envuelve la etapa iniciática de la vida es, la mayoría de las veces, una idea que corre en un lejano camino paralelo con el de la perversión, hasta que llegan la fatídica adolescencia y su recta perpendicular —ésa que nos echa a perder—, donde todo choca para tornarse en un caos de hormonas entre las piernas.

Brama, la reciente novela de David Miklos, es, por decirlo de alguna forma, un constante alarido encerrado en una casa que se convertirá en la manzana de la discordia entre los hermanos que la heredan. Béla y András, hijos de Tibor y Moira, son herederos de la casa y de todo el dinero dejados por sus padres. Desde niño, Béla, el mayor, experimentó una fuerte rivalidad hacia su pequeño hermano András, quien se convirtió en el objetivo de todas sus bromas; no sólo eso, fue, también, la víctima de los abusos que Béla, la bestia, cometió contra él, desde comentarios molestos hasta seducir a toda mujer que le aceptara una cita.

La historia de Brama se remonta al pasado de Tibor y Moira, cuando un deseo incontenible se apoderó de sus entrepiernas el primer día que se vieron. La pasión fue incitada por un tomo de enciclopedia recién adquirida y el prominente sexo de Tibor que, desde una bata mal amarrada, seducía a la joven vendedora.

Brama narra —y también grita— la vida de dos niños que maduraron con revistas pornográficas y juegos que condujeron al primer conocimiento sexual. ¿Qué inocencia existe en el amor? ¿Todo amor es inocente? Reflexionen ustedes mismos una respuesta, estimados lectores, porque en la novela, toda inocencia y todo amor juguetea tanto con la delgada frontera de la perversión como con los cuerpos desnudos de los personajes. Aquí, todos ellos, sin importar edad ni género, son como las cigarras que cantan en el trasfondo de las páginas. Brama es un constante gemido entre paredes; golpes que se suponen realizados por dos cuerpos y un instinto de dominación son los que también participan en la novela.

Béla y András, encarnaciones de Caín y Abel, guardan quizá un odio o un rencor que los mantiene en el lindero de la destrucción. Se vuelven tan obsesivos, tan bestiales, que cada uno busca imponerse para erigirse como el macho líder de la manada que configuran ellos dos y sus respectivas parejas: Milena y Marina. Todo se tornará en una lucha de poderes que los conducirá a la auto-aniquilación por defender su territorio espacial y corporal.

La novela es una infatigable bacanal entre los personajes y su desenfrenado deseo sexual. La triangulación amorosa es incitada por ellos mismos, donde la casa es la única testigo de sus instintos lujuriosos. Detrás del misterio de la casa abandonada con olor a podredumbre que abre Brama, se halla esta historia tan candente como las llamas que lo destruyeron todo. No es de extrañarse, pues en la pasión y en la discordia todo arde como el fuego.

Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza

Imagen: Portada del libro Brama de David Miklos.
Mascultura 17-Ago-12