El hombre que salvó a Primo Levi
Por Victor Ruiz
En El hombre que salvó a Primo Levi (Planeta, Crítica, 2023), Carlo Greppi construye un relato conmovedor y meticulosamente documentado sobre la amistad improbable, pero transformadora entre Primo Levi, el célebre escritor y químico italiano, y Lorenzo Perrone, un albañil piamontés que, en el infierno de Auschwitz III-Monowitz, se convirtió en su salvador.
Este libro, de unas 400 páginas, no sólo narra un episodio crucial en la vida de Levi, sino que eleva esta relación humana a un símbolo de resistencia frente a la deshumanización del Holocausto. A través de una prosa clara y evocadora, Greppi desentraña cómo la bondad desinteresada de un hombre sencillo salvó tanto el cuerpo como el espíritu de Levi, lo que forjó un vínculo que trascendió las barreras del tiempo, la clase social y el horror.
La amistad entre Levi y Perrone nació en un contexto de brutalidad inimaginable. En 1944, Primo Levi, un joven judío italiano deportado a Auschwitz, enfrentaba la aniquilación física y moral en el campo de trabajos forzados de Monowitz. La vida en el Lager estaba diseñada para despojar a los prisioneros de su humanidad: hambre, agotamiento y violencia constante reducían a los internos a sombras de sí mismos. En este escenario, Lorenzo Perrone, un civil italiano empleado como albañil en el campo, emergió como una figura de luz. Sin pedir nada a cambio, Lorenzo comenzó a ayudar a Levi de manera discreta pero constante: un tazón de sopa, un pedazo de pan, una camisa limpia, incluso sus propios zapatos. Estos gestos, que podrían parecer pequeños en otro contexto, eran actos de valentía extraordinaria en un lugar donde la solidaridad podía costar la vida.
Lo que hace especial esta relación, como Greppi detalla con sensibilidad, es su carácter tácito y profundamente humano. Lorenzo no era un intelectual como Levi, ni compartían un trasfondo cultural o social. Lorenzo, descrito como un hombre rústico, casi analfabeto, actuaba movido por una ética instintiva, una bondad que no necesitaba explicaciones. Levi, por su parte, encontró en estos actos no sólo sustento físico, sino una razón para seguir creyendo en la humanidad. En sus memorias, Si esto es un hombre (Austral, 2018), Levi escribiría que Lorenzo “me salvó la vida no solo por su ayuda material, sino porque me demostró que aún existía un mundo justo”. Greppi amplifica esta idea, mostrando cómo la amistad se convirtió en un puente entre dos mundos: el del prisionero al borde de la muerte y el del hombre libre que, aun en su propia precariedad, eligió arriesgarse por otro.
La narrativa de Greppi no idealiza esta amistad, sino que la presenta con matices realistas. No había largas conversaciones filosóficas ni grandes declaraciones entre ambos; su vínculo se construyó en los márgenes, en los breves encuentros diarios en los que Lorenzo entregaba comida o un gesto de aliento. Esta discreción, según Greppi, es precisamente lo que hace la relación tan poderosa: no necesitaba palabras grandilocuentes para ser profunda. Lorenzo, con su presencia silenciosa, ofrecía a Levi un ancla de normalidad en un entorno diseñado para despojarlo de toda identidad. Levi, a su vez, internalizó estos actos como un recordatorio de que la bondad podía sobrevivir incluso en el corazón del mal absoluto.
Un aspecto fascinante que Greppi explora es cómo esta amistad perduró más allá del campo. Tras la liberación, Levi mantuvo contacto con Lorenzo, y lo visitó en Fossano su pueblo natal. Estas visitas, descritas con calidez, revelan la profundidad del lazo forjado en la adversidad. Levi, ya un escritor reconocido, llevó consigo la deuda moral hacia Lorenzo, de hecho, nombró a sus hijos Lisa Lorenza y Renzo, en su honor. Este gesto, que Greppi resalta como un acto de memoria y gratitud, subraya cómo la amistad trascendió el tiempo y el espacio del Lager. Sin embargo, la historia no es sólo de gratitud, sino también de contrastes: mientras Levi reconstruyó su vida, Lorenzo, marcado por la pobreza y la posguerra, vivió una existencia más difícil, lo que añade una capa de melancolía a su relación.
Greppi enriquece la narrativa con un contexto histórico riguroso, pues se basó en cartas, testimonios y los propios escritos de Levi. Su investigación revela detalles poco conocidos, como las condiciones laborales de los trabajadores civiles italianos en Monowitz y las tensiones éticas que enfrentaban al presenciar el sufrimiento de los prisioneros. A través de Lorenzo, Greppi examina la complejidad de la resistencia moral en tiempos de crisis, mostrando cómo un hombre común, sin heroísmos espectaculares, podía alterar el destino de otro con actos de empatía.
La amistad entre Levi y Perrone también invita a reflexionar sobre el poder de las conexiones humanas en tiempos oscuros. Greppi no sólo cuenta una historia de supervivencia, sino que plantea preguntas universales: ¿qué significa ser humano cuando la humanidad parece perdida? ¿Cómo un gesto sencillo puede convertirse en un acto de salvación? La respuesta, según el autor, radica en la capacidad de ver al otro, incluso en las peores circunstancias, como un igual digno de respeto y cuidado.
El hombre que salvó a Primo Levi es, en esencia, un canto a la amistad como resistencia. Lorenzo Perrone no solo salvó a Levi de la muerte física; le devolvió la fe en la bondad humana, un regalo que Levi llevó consigo hasta el final de sus días. Este libro es una lectura imprescindible para quienes buscan historias de esperanza y humanidad en medio de la tragedia. Greppi, con una prosa que equilibra el rigor histórico y la sensibilidad poética, nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, un acto de bondad puede iluminar el camino.
Un tesoro para quienes se conmueven con las historias en las que la amistad florece como un milagro en la penumbra. Este relato del vínculo entre Primo Levi y Lorenzo Perrone, tejido con gestos silenciosos y una bondad inmensa, cautivará a los que buscan en la literatura un refugio de esperanza y un testimonio de la fuerza indomable del espíritu humano frente al abismo.+
