En nuestra selección de Lo de hoy: 85 años de Eduardo Galeano, la palabra que sigue ardiendo.
A los 85 años de su nacimiento, y una década después de su muerte, Eduardo Galeano sigue siendo una presencia que arde. Uruguayo, escritor, fanático del fútbol y cronista de la dignidad latinoamericana, su obra continúa latiendo como si nunca hubiera dejado de escribir. Fue un hombre sensible a velocidad desmesurada, un cazador de palabras que rebuscó entre los escombros del tiempo la manera de hacer sobrevivir al otro: los olvidados, los silenciados, los que aún cargan la historia en la espalda.
Desde Montevideo hasta Buenos Aires, Galeano caminó dejando huellas que echaban raíces al instante. En el barro del Amazonas, en la arena de Baracoa, en el concreto que guarda la memoria rota del Cono Sur, su palabra fue semilla y cicatriz. Como poeta, mantuvo la piel bajo el sol que lo alimentaba; como cronista, bajo la luna que lo hacía recordar. En sus tardes de día viejo y noche joven, celebraba los placeres mínimos de una tierra acostumbrada a la pena: un vino compartido, un gol de media cancha, una charla que curaba.
A los 36 años ya era un faro. Había colaborado en el mítico semanario Marcha, dirigido el diario Época en Argentina y fundado la revista Crisis, tribuna de una izquierda latinoamericana que buscaba pensarse desde la herida. En 1971 publicó Las venas abiertas de América Latina, la obra que lo convirtió en una voz imprescindible y en un exiliado perpetuo. Expulsado de Uruguay y Argentina, entendió que la palabra podía incendiar sin consumir el cuerpo, que escribir era una forma de resistencia.
En Días y noches de amor y de guerra (1978) condensó su rabia y su ternura, su certeza de que la libertad también es una emoción política. Fue su respuesta a los años del plomo: un libro que vibra entre la crónica, la poesía y la memoria, donde cada página duele y respira. Nunca se sacudió la culpa, ni quiso hacerlo. Escribió desde ella, con el pecho abierto, sabiendo que las dictaduras no solo desaparecieron cuerpos, sino también voces. Galeano se negó al silencio. Convirtió su escritura en un acto de reparación, un gesto de ternura hacia los que ya no podían hablar.
Hoy, su palabra sigue viva en cada lector que busca entender el continente desde la piel. En Librerías Gandhi, su obra continúa siendo un refugio: títulos como Patas arriba, una lectura lúcida sobre el mundo al revés; La casa de las palabras, donde la lengua se vuelve resistencia; Historia incompleta de México, una mirada crítica sobre el país y sus contradicciones; o Los animales del día y la noche, una fábula sobre la naturaleza humana y la memoria, todos publicados por Siglo XXI Editores, mantienen su vigencia y su filo.
Leer a Galeano es abrir una herida y descubrir que aún sangra esperanza. Su legado no pertenece solo a las bibliotecas: vive en los estadios, en las aulas, en las cocinas donde se conversa sobre el pan y la patria. Porque Galeano escribió para que América Latina se reconociera en su dolor, pero también en su capacidad infinita de ternura, de insumisión, de amor.
A 85 años de su nacimiento, Eduardo Galeano sigue habitando nuestras venas. En cada palabra suya, la historia arde y se renueva.




