Things to Read Before You Run Out Of Air / Cosas que leer antes de quedarte sin aliento

En estos tiempos que corren a velocidad de la luz y de constante aceleración, en Lee+ inauguramos la columna THINGS TO READ BEFORE YOU RUN OUT OF AIR que mensualmente albergará historias de Matt Willis-Jones, relatos breves en inglés, cuya traducción podrás leer en mascultura.mx antes de dar el siguiente respiro. Ahora, inhalen, exhalen… comencemos.

THE MOUSE

Matt Willis-Jones

That’s all it was: walls.

Walls and walls. Endless white walls. Some might have been locked doors.

You turned a corner and it was just more walls. Some shorter, some longer, but just walls.

And the smell of cheese. Couldn’t get away from it.

He found it once. Didn’t understand what it was for, though. He was just so fucking happy it was yellow. Finally some colour.

The light faded and he looked up and saw the clouds were back. More turbulent than usual.

He knew it was silly but sometimes he could swear they had eyes, those fuzzy clouds.

Hiding behind the triangular mass of yellow he took a big shit. Thank God for that. Privacy at last.

Was that thunder? Almost sounded like laughter.

He moved on. More walls.

Left, right, left, left, right.

For fuck’s sake.

There was another one like him not so long ago. Poor thing looked terrible. Bloodshot eyes, scars, its hair falling out. One day it just died. Then clouds gathered, and then it was gone.

Before it died it had said something about a vast open space with no walls-where there was cheese everywhere. It described the terrible boredom, the fights that had led to, and how the clouds came down and burnt its eyes with drops of acid.

Sounded awful.

Still – these walls were pissing him off.

Matt Willis-Jones (London, 1973) spent eleven years in Norway before realising he had to escape. He considered moving to Spain or Sardinia before eventually deciding on Berlin. But then he took acid and bought a ticket to Mexico instead. He writes about his adventures in time and space and hopes you enjoy reading them.

EL RATÓN

Matt Willis-Jones

Eso era todo: paredes.

Paredes y paredes. Infinitas paredes blancas. Algunas podrían haber sido puertas cerradas.

Dio vuelta en una esquina y eran sólo más paredes. Algunas más cortas, algunas más largas, pero sólo paredes.

Y el olor a queso. No podía alejarse de él.

Lo encontró una vez. Sin embargo, no entendía para qué era. Estaba tan cabronamente feliz de que fuera amarillo. Finalmente un poco de color.

La luz se desvaneció y miró hacia arriba y vio que las nubes estaban de vuelta. Más turbulentas que de costumbre.

Sabía que era tonto, pero a veces podía jurar que tenían ojos, esas nubes borrosas.

Escondido detrás de la masa triangular amarilla cagó una gran mierda. Gracias a Dios por eso. Privacidad al final.

¿Eso fue un trueno? Casi sonaba como una risa.

Siguió adelante. Más paredes.

Izquierda, derecha, izquierda, izquierda, derecha.

Chingada madre.

No mucho tiempo atrás hubo otro como él. Pobre cosa, se veía terrible. Ojos ensangrentados, cicatrices, su cabello cayendo. Un día murió. Entonces las nubes se juntaron, y luego ya no estaba.

Antes de morir dijo algo acerca de un vasto espacio abierto sin paredes —donde había queso por todas partes—. Describió el aburrimiento terrible, las peleas que ocasionó, y cómo las nubes bajaron y quemaron sus ojos con gotas de ácido.

Sonaba horrible.
Sin embargo, estas paredes lo estaban enloqueciendo.

Matt Willis-Jones (Londres, 1973) pasó once años en Noruega antes de darse cuenta que tenía que escapar. Consideró mudarse a España o a Cerdeña antes de decidirse por Berlín. Pero luego comió un ácido y en su lugar compró un boleto a México. Escribe sobre sus aventuras en el tiempo y espacio y espera que disfrutes leyéndolas. Mattwillisjones.com

MasCultura 03-feb-2017