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Salinger, el guardián entre el reguero

En ese muro hace falta una foto mía. Tiene de Pedro Infante y hasta de El Santo brindando con usted. Y yo que soy su cliente más leal, el que nunca le falla. Pero lo entiendo.

No se agüite; además, ya antes se la había pedido, pero jamás aceptó.

Excusas. Pero lo entiendo. Ni siquiera un dibujito de Rius o Liniers y tan bien que me llevo con ellos.

¿No le digo? Si quiere una foto, entonces pídasela a Lubezki que acaba de ganar el Óscar.

Ahora que lo pienso, un dibujo estaría mejor. Prefiero ser el personaje de una novela gráfica. No es que sea un supersticioso de la fotografía, pero algo se me quedó de mi viejo amigo Salinger.

¿Stalin qué?

¡No! Salinger. Él rehuía de entrevistas y fotografías. A pesar de ser escritor, creía que la publicación de un libro era una invasión de la intimidad.

¿Pues qué cosas escribía para escandalizarse así?

Qué cosas no escribió. Aunque dejó de publicar muy pronto, jamás dejó de escribir. Paredes repletas de manuscritos y él, en medio, como un guardián entre el reguero. Habrá de saber que casi no salió de su casa en New Hampshire, donde permaneció el resto de su vida. Se decía mucho de él, la rumorología no tenía piedad; una de las anécdotas que circularon es que ingería su propia orina como medicina alternativa, pero en nombre de la verdad he de decir que, del par de veces que lo visité, jamás le vi un sólo vaso de sus propias aguas.

Ya veo. Además de su rechazo a las fotografías eso también se le quedó de su amigo.

¿Qué cosa?

Pues dice que él no salía de su casa y usted definitivamente no sale de aquí. Es más, luego tengo la extraña sensación de empezar el día y terminarlo platicando con usted.

¡Ja! Tonterías. ¿Seguro que no bebió nada?

Nada, sólo me provoca esa extrañeza. ¿Y qué fue de su amigo?

Falleció hace algunos años, en 2010, después de una vida ajetreada. Quizá tanta calma hacia el final de su vida se debió a los riesgos que vivió en la Segunda Guerra Mundial y las fuertes críticas que se desataron cuando Chapman dijo que la novela de Salinger era su declaración por haber asesinado a John Lennon.

¡No!

¡Sí! ¿Imagina?

Pobres hombres que somos.

Habrá que ser cautelosos con aquellos que lean la novela; muy buena, por cierto.

Ya va a empezar con sus amenazas. Tómese un trago, más vale prevenir.

Usted es un exagerado, pero debería prevenir más a menudo, ¡eh! Sobre todo, mientras no aparezca mi picasso en su pared de la fama.

Por: R. R. Fullton

Encuentra más obras de Salinger en Librerías Gandhi.

El guardián entre el centeno.

Nueve cuentos.

MasCultura 01-mar-16